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Archivo Arturo y Adolfo Reyes Escritores de Málaga por Mª José Reyes Sánchez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

domingo, 29 de abril de 2018

EL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES HA MUERTO (II).

Hoy llega a su fin la biografía de mi bisabuelo, la cual espero que haya sido de interés para los lectores del blog. Hoy también finaliza el libro que sobre él escribió el catedrático D. Cristóbal Cuevas, y que he ido copiando fielmente y con el permiso de la familia del autor, página a página, hasta un total de 161. 

Cuando comencé esta labor su autor estaba vivo, y hoy terminada la tarea, él ya no se encuentra entre nosotros. Tuve la suerte de conocer a su esposa Rosario y a su hija Charo, también profesora de literatura, las cuales apoyaron mi labor y me dieron el permiso necesario para reproducir estas páginas. 

Cuando D. Cristóbal falleció, año en que por cierto se celebraba el centenario del fallecimiento de Arturo, en el 2013, el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA), tenía pensado reeditar “Cartucherita”, novela que encumbró a mi antepasado pero al producirse la pérdida del ilustre catedrático e investigador, tomaron la decisión de reeditar una edición facsimil de esta obra que hoy finalizamos, y que unió de nuevo al biografiador con su biografíado. Esta obra que se publicó por primera vez en 1974, y que  se encontraba descatalogada, actualmente puede comprarse en la Diputación de Málaga. 

D. Cristóbal la dedicó “A mi mujer”, y hoy desde este humilde espacio familiar, queremos también dedicárselo a ella, a Rosario, la mujer, esposa y compañera que fue fiel seguidora del catedrático en su peregrinar por la vida, apoyándolo siempre, y a la que tuve la suerte de conocer. Creo de justicia ser agradecida, y que hoy al finalizar este libro, reconozcamos y agradezcamos  el apoyo que también a mi ella me ofreció…


Nota: Caricatura realizada por Idigoras al catedrático de Literatura D. Cristobal Cuevas García.

“Toda la prensa española e hispanoamericana se hizo eco de la muerte del poeta. Inútil intentar espigar un florilegio de alabanzas en bosque tan frondoso. Valga por todos el juicio, lleno de ponderada exactitud, que hizo de su persona y de su obra Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo: 

“Arturo Reyes, envejecido prematuramente, y muerto a una edad que es para otros aún de juventud, de plétora, de fuerzas, ha dejado de realizar lo más importante de la tarea que se había impuesto en sus sueños de artista. Pensó cincelar en sus diálogos las pintorescas costumbres de la pelea con el mar de los jabegotes… Sólo Arturo Reyes hubiera podido asomarse con su fina perspicacia de artista al interior de estas conciencias cuya aparente sencillez hace más difícil de apreciar el rasgo característico… También tenía proyectado describir el contrabando en las asperezas de las serranías inmediatas a Gibraltar.” 

Sin embargo, como hizo notar La Defensa, a pesar de tanta posibilidad truncada, “ya era Arturo Reyes en las letras algo indiscutible; se asentaba su nombre sobre una sólida reputación inquebrantable…; ha muerto Arturo Reyes cuando… la fortuna se le aparecía más propicia, cuando empezaba a segar el grano dorado, producido a costa de tanto esfuerzo, de tanto noble sudor.”

A las nueve de la noche del mismo día 17, su cuerpo fue llevado al cementerio de San Miguel, a hombros de sus amigos, León y Serralvo, B. Viñas, Jiménez Platero, E. Lasala, Miguel Mesa, López Pelegrín, Villar Ortega, V. Giral y Manuel Sánchez, los mismos que velaron su cadáver durante toda la noche en el depósito. Al día siguiente, miércoles 18 de junio, sus restos recibían piadosa sepultura. Eran las seis de la tarde. 

“Fue el acto –leemos en La Unión Mercantil- una imponente manifestación de duelo, acudiendo a rendir el último tributo al hijo predilecto de Málaga representaciones de todas las clases sociales, autoridades, corporaciones y prensa. Varios periodistas condujeron a hombros el féretro, en donde se encerraban los restos del inolvidable compañero, y sobre el cual habían depositado artísticas coronas.” El arcediano de la Catedral, P. Marquina, rezó un responso por su alma, procediéndose seguidamente a la inhumación en el nicho nº 1079 del primer patio del cementerio.

El Ayuntamiento otorgó una concesión de quince años de sepultura gratuita al cadáver de su empleado. Este hecho habría de prolongar, aun después de su muerte, el sino de inestabilidad y conflicto de la existencia de Reyes ya que, al llegar el año 1929, alguien se acordó de que era hora de arrojar los restos del novelista al osario común. Incluso llegaron a iniciarse los trámites de exhumación. Pero la noticia trascendió a la prensa, y un enorme clamor popular se levantó contra tan insensata y mezquina idea.

De entre la universal protesta se destacó, por su firmeza e indignación, la voz de la revista malagueña Vida Gráfica, que se convirtió en bandera contra el desdichado proyecto: 

“El nombre de Arturo Reyes –clamaba-, un poco olvidado quizás, adquiere en estos días una triste actualidad porque va envuelto en una noticia que, por decoro, Málaga no puede permitir que se confirme. Bien están las desidias, las indiferencias cuando de honores se trate, pero permitir que los restos del malagueño ilustre vayan a perderse en el osario, porque haya terminado la concesión que a su cadáver le hiciera Málaga, por acuerdo de uno de sus Cabildos, sería pecado de ingratitud del que nunca se avergonzaría bastante la ciudad que le vio nacer. Lo de menos sería evitarlo con unas monedas. Lo importante es salvar nuestra dignidad de malagueños no dando lugar a que, en el andar del tiempo, la amenaza vuelva a repetirse. Y esto sólo se evita concediendo a las gloriosas cenizas del hijo esclarecido de Málaga, un rincón donde poder reposar a perpetuidad. En esta época de locura de homenajes, no creemos que sea mucho pedir. Vida Gráficase asocia cordialmente a las gestiones que en tal sentido se están efectuando cerca de nuestro Municipio.”

El buen sentido acabó por imponerse. El Ayuntamiento, en sesión celebrada el jueves 13 de junio de 1929, aprobó por unanimidad la solicitud formalizada por los familiares de Arturo, cediendo al mismo tiempo al deseo unánime de todos los malagueños, y concedió a perpetuidad el nicho para que en él descansara su gran poeta y novelista. 
Por fin pudieron cumplirse plenamente los votos expresados por Rafael Murciano en el “Canto Elegíaco” que dedicó al fallecido escritor cuando su cuerpo estaba caliente todavía:

“Descansa en paz, en la bendita tierra 
que cantaste con mágicas estrofas, 
henchidas de bellezas y armonías 
cual los gratos rumores de las olas… 

¡Llora, Málaga hermosa, tierra mía, 
llora la muerte del glorioso vate 
que cantó tus bellezas y alegrías! 
Perdimos su valiosa compañía, 
su corazón sublime ya no late…, 
pero el genio perdura todavía.”

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

- “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.

- Archivo familiar Reyes (ART). 

domingo, 22 de abril de 2018

EL ESCRITOR COSTUMBRISTA MALAGUEÑO ARTURO REYES HA MUERTO (I).

Hoy queremos daros más datos sobre las causas del fallecimiento de mi bisabuelo para lo cual el catedrático D. Cristóbal Cuevas pidió colaboración a mi padre que era médico. 

Hoy ninguno de los dos se encuentran entre nosotros, y dentro de mí existe un vacío irreparable que dejó la huella de mi progenitor, al que siempre admiré no sólo por el ejemplo que nos dio como persona sino también por su total dedicación a la medicina. Él se entregó por completo a sus pacientes, sin horarios, sin descanso, sin vacilaciones, con la única pretensión de salvarle la vida no sólo a muchos malagueños sino a personas que venían de los pueblos, de otras provincias, para que él con su buen ojo clínico y su permanente reciclaje, les diera un diagnóstico que quizás en aquellos tiempos la Seguridad Social no les ofrecía. 

Y hoy quiero dedicarle a mi padre esta publicación porque de él fue de quién más aprendí. Me hizo conocer la honestidad, el esfuerzo que tienes que realizar para conseguir las cosas, el tesón, la amistad, el amor por la familia, y tantas otras cosas que sería imposible enumerar aquí. 

Va por ti papá, porque sé que si me estás viendo, estarás orgulloso de que realice este blog al que dedico mi tiempo porque tú me lo pusiste en mi destino, y porque sé que si estuvieras entre nosotros siempre me animarías a seguir con esta “labor familiar” a la que tú también destinaste tu tiempo y tu esfuerzo. 


Nota: Foto realizada por mi vecino y buen amigo, Juan Antonio Sepulveda  Rojano -"Chiqui"-, y que amablemente me envió hace unos días. Detalle de uno de los bancos de cerámica existentes en los Jardines de Pedro Luis Alonso, junto al Ayuntamiento de Málaga, y en el que se puede leer un fragmento de una poesía de mi bisabuelo.

“Como ya hemos dicho, el diagnóstico que los médicos de su tiempo emitieron fue el de cólico hepático. No obstante, hemos juzgado interesante conocer la opinión de un especialista actual sobre la enfermedad que le llevó a la tumba, y para ello hemos recurrido al nieto del poeta, Dr. D. José C. Reyes Téllez, especialista en Medicina Interna y Director de Servicio de la Beneficencia Provincial de Málaga. Con los datos que le hemos remitido, y con los que él mismo ha podido manejar en el estupendo archivo de familia, el nieto de Arturo Reyes afirma que, aunque es muy difícil diagnosticar a la distancia de tantos años, los datos que posee le hacen inclinarse por una dolencia de todo el sistema hepatobiliar, que pudo ser en concreto, o bien una colelitiasis con brotes colecistíticos en sus últimos años, o bien una cirrosis hepática derivada del abundante consumo de alcohol que hizo en su juventud –lo que “explicaría la tristeza de sus últimos años”–, y que habría desembocado al fin en un coma hepático irreversible.

Sea como fuere, la lucha se había acabado para siempre. Arturo había muerto en Málaga, como era su deseo. En esa Málaga que tanto amó, y a la que había dedicado lo mejor de su existencia. Muchas veces había expresado el poeta la esperanza de descansar en la tierra que le vio nacer, y a la que la tan fervorosamente había cantado siempre. Su deseo de reposar bajo el suelo malagueño tenía un sentido telúrico, casi biológico, de retorno final al vientre materno:

“Me hirió el dolor con indomable encono, 
y hastiado de sufrir, sólo ambiciono 
dar ya fin para siempre a mi camino 
  
del zafir de tu cielo a los fulgores, 
bajo el chal irisado de tus flores, 
cabe las ondas de tu mar latino.”

La pobreza fue siempre su compañera, hallándole la muerte “desnudo como los hijos de la mar”. Ni siquiera tuvo la alegría de tomar posesión de su cargo de Bibliotecario del Ayuntamiento. 

Como señaló La Tribuna “Arturo no pudo redimirse del trabajo diario, tuvo que afrontar la vergüenza de que pidieran para él, y ha muerto consumido por un dolor intenso y prosaico. Muere como buen artista, dejando a los suyos en la miseria, un drama inédito –El lagar de los Rosales- y un hijo también escritor.” 

La fama de su pobreza estuvo tan extendida que algún periódico sensacionalista pudo extremar las cosas hasta límites increíbles: “Una aciaga noche -recuerda González Anaya-, en un periódico de Barcelona que cayó por acaso en mi poder – yo estaba entonces en La Plata-, mis ojos espantados leyeron que había muerto el poeta ¡y que había muerto de hambre! ¡De hambre! Con dolorosa indignación me procuré detalles del terrible suceso, y supe que la frase del periódico catalán no era sino una concreción bárbara, un tropo descarnado y brutal.“ 

Dionisio Pérez apostillaba con amargura: “Conoció la Fama, saboreó el halago de los elogios en letra de molde, mientras que sus libros no le producían dinero bastante para vivir; no rindió, sin embargo, su Arte a la necesidad y a la penuria, pero le entregó la vida. “

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

- “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes (ART). 
– “Béticas”. Poesía “A Málaga”. Pag 151. Autor: Reyes, Arturo. Madrid, R. Velasco. 1910.

domingo, 15 de abril de 2018

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LA VIDA DEL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES (1913).

Hoy es quizás uno de los días más duros y tristes desde que se inició este blog, porque estamos dando por finalizada la biografía que el catedrático de Literatura, D. Cristóbal Cuevas, escribió sobre mi bisabuelo Arturo, y con ello la vida del autor también ha llegado a su fin.

Son momentos de dolor tras haber compartido con todos vosotros lectores los momentos más íntimos del escritor, sin habernos dejado atrás ni un punto ni una coma de este hermoso e inapreciable libro que contiene 161 páginas, 161 hojas que nos han acercado a este humilde poeta malagueño, que quiso dejar tras de sí una estela de pasión y orgullo por la tierra que lo vio nacer, Málaga, a través de una obra literaria fecunda, en la que dio buena fe de nuestra historia, nuestros personajes típicos, nuestro lenguaje y vocablos, un tesoro que debería ser conservado por los malagueños, creo que como un tesoro, ya que es parte del legado que nuestros antepasados nos han regalado y que no deberíamos menospreciar…


 Nota: Inmueble donde vivió y falleció Arturo Reyes. Ninguna placa conmemorativa, a pesar de haberla solicitado al Ayuntamiento de Málaga, recuerda su memoria.

“En sus cada vez más cortos periodos de mejoría, Arturo, con una tenacidad increíble, intenta por unos momentos engañarse a sí mismo, forjándose proyectos que una nueva crisis se encarga de destruir. Tenía pensado, por ejemplo, emprender un viaje a Barcelona, para asuntos literarios, acompañado de su amigo el Padre Eugenio Marquina. 

En las noches de tregua, escribía febrilmente –finales de mayo, principios de junio- una nueva novela, La Bravía, - con el mismo título había publicado en 1908 un cuento en La Nación de Buenos Aires-, que no llegó a ver la luz; se trataba de “una novela de costumbres serranas, la mejor de su obras– según su propia frase, aplicada siempre a la que estaba escribiendo.” También trabaja en una composición poética que le habían encargado para que la leyera en la inauguración de “La Unión Industrial”. Eran ilusiones fugaces, relámpagos que duraban sólo un momento. Trabajaba como por inercia. 

Todo lo terreno era marginal para él. Sólo le interesaban de veras los asuntos del espíritu, sobre los cuales mantenía largas y frecuentes conversaciones con Marquina, quien se esforzaba en abrir ante su ojos perspectivas consoladoras, hablándole del sentido redentor de sus dolores. Arturo, como un niño, aceptaba estas ideas:

“Yo bendigo, ¡oh Dios mío!, puesto a tu planta 
mis horas de congojas y agonías; 
yo bendigo, ¡oh, mi Dios!, las penas mías, 
y al par que sufre el corazón te canta.

Yo sé que es el dolor germen tan santo 
que un día en risa tornará mi llanto, 
y en goces inefables mis dolores.

Que es una ofrenda que tu amor pregona; 
por eso el corazón, triste, ambiciona 
morir, y el germen desatar en flores.”

Y así llegamos al final. El domingo, quince de junio, estuvo Arturo trabajando en el poema que le habían encargado los de “La Unión Industrial”. Parecía sentirse mejor, por lo que no dejó de escribir hasta altas horas de la madrugada. 

El lunes por la mañana sufrió uno de su frecuentes ataques, y aunque pareció haberlo superado, prefirió quedarse en cama, aquejado de ligeras molestias. Su estado se agravó repentinamente durante la noche, hasta el punto de inspirar serios temores a los médicos que le asistían, quienes “manifestaron que sufría un cólico hepático”, y que podía morir en las próximas horas. Inmediatamente se avisó  a su confesor, P. Marquina, que le administró los últimos sacramentos. Después, el mundo se cerró definitivamente para él, entrando en la madrugada del martes en una prolongada y dulce agonía.

A las cuatro de la tarde de ese mismo día – 17 de junio de 1913-, y a sus cuarenta y nueve años de edad, moría Arturo Reyes en la casa número 30 de la entonces plaza de Riego, hoy de la Merced. “Sucumbió rodeado de su familia y de sus íntimos amigos los escritores D. Narciso Díaz de Escovar, D. Ramón A. Urbano, D. Eduardo León y el arcediano de esta catedral Sr. Marquina, que habían tenido noticia de su gravedad, acudiendo a su lado.” “Sereno, optimista, se perdió en la sombra… Su corazón se aquietó para siempre.”

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

- “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.

- “Del crepúsculo”. Poesías póstumas. Poesía “A Dios!. Pag. 75. Autor: Reyes, Arturo. Málaga, Zambrana Hermanos. Impresores. 1914.

martes, 10 de abril de 2018

D. MIGUEL IBERN FERRER, PROTECTOR DEL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES.

En el día de hoy queremos contaros como fueron los últimos días de la vida de mi bisabuelo y la suerte que el destino le deparó al conocer al que sería su mecenas, D. Miguel Ibern. 

Fue una época triste, en la que a Arturo solo le quedaba esperar que sus últimos días de dolor y sufrimiento dieran paso a la vida eterna, en un espacio por él idealizado dónde podría disfrutar de la inmortalidad de su alma, dónde cesarían sus dolores terrenales, dónde podría al fin descansar de la azarosa vida que desde pequeño el destino le había deparado.  

Y mi bisabuelo se preparó para ello de forma diligente, sin miedos y sin preocupaciones,  intentando liberar definitivamente a su cuerpo y a su espíritu. Y como buen escritor, no quiso marcharse sin dejarnos su último legado,  que se materializó en un bonito libro de poesías que él sabía que se publicaría cuando él ya no se encontrara entre los suyos, y al que quiso titular Del Crepúsculo


Dejó a su hijo Adolfo, mi abuelo, encargado de que esta última voluntad suya se cumpliera. Y cómo si de un ángel se tratara, apareció casi al final de su vida, D. Miguel Ibern y Ferrer, un acaudalado empresario barcelonés que conociendo que el poeta malagueño tenía una situación económica muy desesperada, quiso ayudarlo en aquellos difíciles momentos que en aquella época mi bisabuelo vivía. 

Y esta ayuda se materializó con la publicación de ese último libro que vio la luz gracias tanto al tesón de su hijo como a la aportación económica que hicieron muchos de sus íntimos amigos y sobre todo gracias a D. Miguel, al que desde aquí y después de más de cien años de distancia, queremos agradecerle su “divina” intervención, sin la cual quizás esta última obra del escritor malagueño no se hubiera publicado…

Hoy en el blog el catedrático de Literatura, D. Cristóbal Cuevas, sigue contándonos como Arturo vivió sus últimos momentos... 

“El presentimiento de su fin se le impone cada vez con más fuerza. Tiene la certeza de que va a morir. Es curioso que él mismo – y no su hijo Adolfo, como muchos han creído con grave error- piense bautizar su próximo libro de poesías, que habría de publicarse póstumo, con el título deDel crepúsculo

Al dedicárselo a su protector D.  Miguel Ibern, Arturo, en rasgo que recuerda ineludiblemente al Cervantes del Persiles, escribe: “Hoy, al preparar este último volumen de versos que, si se llega a publicar, se publicará seguramente cuando ya Dios haya puesto fin a mi tan combatida existencia…, ha surgido en mí de modo vehementísimo el deseo de ofrecérselo a usted… Como al leer estas páginas ya dormiré el sueño de la eternidad, esta voz mía llegará a usted como arrancada por la gratitud al silencio de mi tumba.”

“Ya en la primavera –confirma Antonio de Nicolás- comprendió que su muerte estaba próxima. Antes de su enfermedad había leído mucho sobre espiritismo. Su más firme creencia era la inmortalidad del alma. A medida que se acercaba al fin de su vida terrena, el mundo de los espíritus se fue ensanchando ante su exuberante imaginación.” 

Desde mayo, su  corteza de forzado optimismo se rompió bruscamente, y ya decía a cuantos querían oírlo que su muerte estaba a las puertas. Unos lo creían, y otros no. Pero todos recordaron cuando se cumplió su presentimiento que él lo había predicho. 

Citemos, entre mil, un nuevo testimonio: “Cuando le vi la antepenúltima vez –dice su amigo Clemente Blanco-, llegué a él para saludarle, e hícelo con la perplejidad y la zozobra del que duda al pronto si es ésa la persona a quien quiere uno dirigirse. Tal estaba de desfigurado su rostro que no parecía él mismo. No le pregunté cómo estaba, ¿para qué?; hubiera sido tal vez afligirle. Pero le conforté diciéndole (pues no le había visto hasta entonces después de su homenaje):

- Debe V. estar, en medio de todo, satisfecho de espíritu, pues ha llegado V. a la más alta cima.
- Y entonces me repuso:
- Sí, ya de aquí a San Miguel. [Ese es el nombre del cementerio donde lo enterraron]…
Su frase, dicha con entereza y estoicismo –la recuerdo-, había tenido todo el eco de un firme presentimiento.”

Cuando los dolores empiezan a hacerse intolerables, este presentimiento se le convierte en vehementísimo deseo. Estremece la frecuencia con que Arturo invoca a “la gran reparadora” en los últimos días de su vida:

“Ya no me causa, como ayer, espanto 
de la jornada el fin, que ya presiente 
cercano el alma, y ya nunca la frente 
lleno de orgullo y altivez levanto.
  Mas ya cansado de sufrir el yugo 
de este triste vivir, que es mi verdugo, 
la musa del dolor sólo en mí canta. 
  Y tanto y tanto reposar ya ansío, 
ya tan cansado de vivir, Dios mío, 
que aun lo que tengo que vivir me espanta.”

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

-     “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.
-     “Del crepúsculo”. Poesías póstumas. Poesía: ¡Dios mío!. Reyes, Arturo. Pag. 195. Málaga, Zambrana Hermanos. Impresores. 1914.

- Trabajo de investigación sobre D. Miguel Ibern: "Amor al trabajo". Miguel Ibern y su legado en Canet de Mar". Autor: Carles Sáiz y Xiques (UNED):