Licencia Creative Commons
Archivo Arturo y Adolfo Reyes Escritores de Málaga por Mª José Reyes Sánchez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

AGRADECIMIENTO AL PROFESOR BÚLGARO NIKOLAY TODOROV POR SU APOYO A LOS ESCRITORES ARTURO Y ADOLFO REYES.

A través del blog he tenido la suerte de conocer a Nikolay Todorov, un joven profesor de literatura de origen búlgaro, gran amante de la cultura y literatura española, que me ha ayudado a conseguir uno de mis deseos, que la figura de mi abuelo Adolfo perdurara en el tiempo, al menos a través de internet.

 

No existían referencias de mi antepasado en la red, a pesar de la enorme labor cultural que realizó. Su inmenso esfuerzo tampoco recibió el reconocimiento que se merecía en Málaga, su ciudad natal. Nos dejó un legado muy interesante a través del cual engrandecía el conocimiento sobre Andalucía, con la creación de diferentes centros culturales, con la publicación de ensayos y novelas, con su aportación en periódicos de la época, con investigaciones sobre la cultura arábigo andaluza.

 

Fue una persona humilde que nunca quiso alardear de nada, y que escribió más para su propia recreación que para ser reconocido. Sólo quedan recuerdos  en sus documentos personales y en los  libros y escritos que nos legó.

 

Hoy quiero agradecerle a Nikolay, que haya publicado la biografía de mi familiar en la Wikipedia, y asimismo que haya traducido al ingles la página que ya existía sobre Arturo Reyes. Su colaboración ha sido muy valiosa, y espero que sigamos manteniendo esta bonita amistad que ha surgido entre nosotros.


Le pedí permiso para escribir sobre él, y hoy quiero que lo conozcáis. 



Nikolay nació en Sofía (Bulgaria) en 1982. Su padre es ingeniero y su madre funcionaria. Tiene un hermano que se dedica a las finanzas, y tiene con su pareja una hija de dos años.

 

Tanto sus abuelos como sus bisabuelos fueron escritores de renombre en la historia de la literatura búlgara, historias que él quiere mantener en secreto, pero que yo voy a divulgar hoy con su permiso.

 

Desde muy pequeño fue muy aficionado a la lectura. Estudió en el Liceo Español Miguel de Cervantes, en la capital búlgara, donde aprendió nuestro idioma. En 2005 realizó un master en relaciones nacionales y en 2018 se doctoró en filología en la Universidad de Sofía con su conferencia sobre la poesía de vanguardia hispanoamericana entre las dos guerras mundiales: Crisis y transformaciones en la obra de Vicente Huidobro y Cesar Vallejo.  Trabajó varios años como traductor y editor, y en el 2014 finalmente consiguió el trabajo con el que siempre había soñado, ser profesor de literatura. Actualmente sigue dando clases de literatura y lengua búlgara en un colegio a alumnos con edades comprendidas entre los 12 y 18 años. Colabora también como voluntario en proyectos donde se comparten libros, música y películas. Además tiene experiencia como periodista.

 

Está interesado en la literatura española, francesa y estadounidense de los siglos XIX y XX. Entre sus autores traducidos se encuentran Miguel de Unamuno, Rabindranath Tagore, Maurice Maeterlinck, Gabriel Miró, Leopoldo Lugones y otros. Está finalizando en la actualidad la traducción de una antología de las obras de Antonio Machado.

 

Y para finalizar comentar que se siente muy unido a nuestro país  y a nuestra lengua. Según él refiere:“Se siente muy español”. Me ha comentado que le gustaría presentar a los escritores Arturo y Adolfo Reyes en Bulgaria. Ojalá pueda llevar a cabo dicho proyecto.

 

Si queréis visitar la página que Nikolay ha realizado sobre mi abuelo, Adolfo Reyes, en Wikipedia este es el enlace:


https://es.wikipedia.org/wiki/Adolfo_Reyes


Si queréis conocer a su bisabuelo -Petko Yurdanov Todorov-, uno de los primeros escritores modernistas de Bulgaria, o a su abuelo -Svetoslav Donchev Slavchev-, periodista y escritor búlgaro conocido por sus cuentos y novelas de ciencia ficción y novelas policíacas, os dejo también enlaces de internet donde podéis encontrarlos: 

 

PETKO YURDANOV TODOROV:

https://es.wikipedia.org/wiki/Petko_Yurd%C3%A1nov_T%C3%B3dorov


SVETOSLAV DONCHEV SLAVCHEV: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Svetoslav_Slavchev



Gracias de nuevo Nikolay, y espero que sea de tu agrado lo que hoy se publica.

domingo, 4 de octubre de 2020

UNA ETERNA RELACIÓN DE AMISTAD: ARTURO REYES Y GONZALO DE CASTRO (2).

Hoy vamos a adentrarnos en la vida del escritor malagueño Arturo Reyes a través del prólogo que escribió para el libro Poesías Póstumas de D. Gonzalo de Castro. 

 

Me ha parecido muy interesante el texto porque el autor nos habla en primera persona y revela datos interesantes sobre la vida en la Málaga decimonónica así como también nos define rasgos de su personalidad y nos explica la amistad profunda y verdadera que le unía tanto con el escritor madrileño Gonzalo de Castro, así como con sus inseparables amigos Narciso Díaz de Escobar y Eduardo León.

 

Quiero dar las gracias a la bisnieta de D. Gonzalo de Castro, Carmen, quien me envió este prólogo, ya que gracias a ella, estas impresiones de mi bisabuelo verán la luz.

 

Espero que disfrutéis con su lectura, y con el lenguaje cómico e irónico, que mi bisabuelo Arturo solía utilizar. 




                       RECUERDO…

 

Recuerdo que hace ya muchos años (diez y siete ó diez y ocho por lo menos), estábamos una tarde del mes de Junio, Narciso Díaz de Escobar y yo, en Natera, un á modo de recreo donde solía Narciso pasar con todos los suyos, los días más abrasadores del estío.

 

Hallábame tumbado al pie de uno de los añosísimos árboles del jardín, contemplando con casi romántico arrobamiento el azul horizonte por entre el verde ramaje, cuando mi amigo, que recitaba, con acento un tantico llorón, algunas de las poesías de su inagotable repertorio, díjome deteniéndose delante de mí y como con el deliberado propósito de hacerme pagar caro el glacial indiferentismo con que yo solía y aun suelo acoger sus líricas declamaciones:

 

- ¿Ah, se me olvidaba decirte, que esta tarde tendremos visitas!

 

Ante  la para mí, por aquel entonces, imponente amenaza, me incorporé de un salto y pregunté á mi amigo.

 

- ¿Visitas?... dices que esperas visitas?

 

- Sí, la de unos escritores que han llegado recientemente á Málaga.

 

- ¿Y quiénes son esos escritores?

 

- Uno de ellos un poeta que vale un mundo: ¡Gonzalo de Castro!.

 

- Como no lo había oído nombrar nunca, y para Narciso no ha existido ni existirá seguramente poeta que no sea digno de ser eternizado en mármoles y en bronce, me encogí desdeñosamente de hombros.

 

- ¿Y quiénes vienen además de esa maravilla? – le pregunté.

 

- Pues Eduardo León y Serralvo, y otro señor de cuyo nombre no me acuerdo.

 

- ¡Pues allá tú con tus visitantes! – exclamé mal humorado; y dicho esto, me encaramé con la agilidad propia de mis, por aquellos tiempos, años juveniles, á lo más alto de uno de los más apartados árboles del reducidísimo huerto.

 

No me valieron mis mañas, y algunos minutos después llamábame Narciso con implacable insistencia.

 

No tuve más remedio que abandonar mi casi aéreo refugio, y momentos después encontrábame entre Gonzalo de Castro, Eduardo León, hoy director de El Cronista, Vice-Presidente de la Diputación, pluma brillantísima y acerada, y además mi hermano por el hondo afecto que nos une, y otro señor canoso, barrigón y de semblante de expresión vulgar y bondadosa.

 

Y hablemos del autor de “Ciencia y Fe”. La primera impresión que causó en mí no fue muy lisonjera para su persona: su cuerpo desmedrado y falto de elasticidad y gallardía; su rostro anguloso y pálido, su pelo escaso y rubio, su frente abombada y desigual como los terrenos volcánicos; sus ojos claros, de penetrante mirada, y algo de austero, en fin, en su expresión, no despertaron mis simpatías, que se inclinaron desde aquel momento hacia León, moreno, flacucho, bilioso, de mirada inteligente y maliciosa sonrisa.

 

Después de los saludos de rúbrica, nos sentamos todos, dispuestos á dar á conocer nuestros mayores ó menores méritos; y á la primera de cambio, hundió aquel señor canoso y vulgarote la mano en el bolsillo interior de la americana, dio á luz y blandió á modo de arma homicida un imponente mamotreto, y jamás olvidaré aquella lectura, aquella hora inacabable en que, á poder, hubiera hecho pagar caro á Narciso su pérfido llamamiento.

 

Terminado que hubo aquel señor de leer sus Paralelos, y después de habernos enjugado todos la sudorosa frente, dio lectura León á uno de sus artículos, llenos de gracejo y donaires, que obró en mí á modo de poderoso reactivo, y fue devolviéndome poco á poco la perdida calma.

 

Y llególe el turno á Gonzalo; y cuando éste hubo dado fin á la lectura de una de sus poesías, le miré lleno de asombro: ya no era Gonzalo para mí el visitante escuálido y sin gallardías, de rostro demacrado y pálido; era el poeta de imaginación potente y creadora, dominador de la expresión y del ritmo; era, en fin, el ilustre autor cuya pérdida lloramos.

 

Desde el momento en que hube de admirarle por primera vez, hasta el último de su existencia, nos unieron fraternales simpatías, inalterable cariño, y cada vez que la fama hacía resonar su nombre en mis oídos, sentíame orgulloso, como si fueran propios los triunfos por él conquistados.

 

Murió el poeta, y como todos ó casi todos los que rendimos culto fanático al Arte y á las letras, murió obscurecido, legando á sus huérfanos escaseces y amarguras y un nombre del que bien pueden sentirse orgullosos; y hoy uno de sus amigos más leales, Roberto Robert, me dice: - Usted, á quien tanto quiso el cantor, usted debe de prologar sus últimas composiciones.

 

Robert no debió asociar personalidad tan modesta como la mía á tan meritísima empresa; yo hubiera rechazado honor tan inmerecido, pero Robert invocó la amistad que con Gonzalo me uniera, me habló de sus huérfanos y cedí á sus deseos, y esta es la causa de que yo tenga hoy la osadía de escribir de aquel cuya labor literaria hízole, á mi entender, acreedor á figurar en una de las cúspides más altas de la literatura española.

 

No es mi intento abordar los para mí desconocidos campos de la crítica, y sí solamente dedicar un recuerdo á aquel de quien un día hube de decir, en un momento de espontaneidad y entusiasmo, refiriéndome á uno de sus volúmenes de versos.

 

- No es Gonzalo de Castro el cantor de las sensaciones íntimas del alma; es el cantor de la inteligencia; su gigantesca lira es el “Progreso”. Gonzalo de Castro no debe figurar, á mi entender, como prosélito de nadie en ninguno de los sistemas líricos que hoy predominan; su musa se aparta valientemente de toda senda conocida, y subjetivo en cierto modo, por su manera especial de ver y sentir las cosas, y objetivo por el mundo externo que canta con preferencia, se eleva por horizontes nuevos, y desde las nubes y desde las auroras canta sus himnos, que, si bien no siempre electrizan el corazón, producen el éxtasis con sus inimitables armonías, y deslumbran al pensamiento con sus mágicos resplandores.

 

Esto decía y esto repito hoy; sus poesías póstumas, no sólo rivalizan con las anteriores, sino que muchas de éstas son superadas por las que hoy salen á luz en este volumen.

 

Entre ellas abundan las que tanto escasean en sus otras colecciones, las íntimas, las que nacen del alma estremecida, empapadas en lágrimas, y en las que el sollozo se hace ritmo, y no puedo sustraerme á anticipar á sus lectores algunas de las admirables estrofas, modeladas en su alma por el dolor al evocar el recuerdo tristísimo de la noche fatal en que contemplara, pálida y expirante, en los umbrales de la Eternidad, á la adorada compañera:

 

Angustiada, espectral, moribunda,

impregnado en sudor el cabello, 

expirantes las negras pupilas,

estabas inmóvil, tendida en el lecho.

Ya tenía tu carne adorada

misteriosas quietudes de sueño,

rigideces tenaces de piedra,

(…)

 

¿Á qué seguir enumerando bellezas? Leed sus poesías y ya se convencerán los que las lean de que ó fue el cariño que á él me uniera, lo que me llevó á encomiar la labor de un cantor cuyo nombre glorioso debe de brillar entre los de aquellos que han sido y serán eternamente honra y prez de nuestra literatura, como brillará también en mi memoria entre los que siempre me han de acompañar en mi peregrinación por la vida.

 

                       ARTURO REYES.

 


BIBLIOGRAFÍA:

 

Poesías Póstumas. Autor: Gonzalo de Castro. Prólogo de Arturo Reyes. Madrid. Imprenta Valero. 1906.

domingo, 2 de agosto de 2020

UNA ETERNA RELACIÓN DE AMISTAD: ARTURO REYES Y GONZALO DE CASTRO.

Hoy quiero hablaros de D. Gonzalo de Castro y Valdivia, poeta, geógrafo y un buen amigo de mi bisabuelo Arturo.


Nota: Portada del libro de Gonzalo de Castro "Poesías póstumas".

Este destacado aunque desconocido personaje, nació el 30 de mayo de 1858 en Madrid y falleció el 5 de abril de 1905 a la edad de 46 años en Ávila.

Según nos ha informado su bisnieta Carmen Castro, D. Gonzalo fue un niño precoz que escribió su primera novela con 6 años, a los 18 ya trabajaba en la Compañía de Telégrafos, con diferentes destinos a lo largo y ancho de la geografía española, y en 1878, a la edad de 20 años, comenzó a trabajar como topógrafo. 

Se casó con Carmen Cortellini, y tuvieron varios hijos, desconociéndose el número exacto de vástagos que tuvieron.

Compaginó su profesión de topógrafo con la actividad literaria. Fue redactor de diferentes periódicos, además de colaborar en diferentes revistas nacionales.

En 1887 publicó su primer libro de poemas, “El hijo pródigo”, en 1891, “Dédalo” y en 1894, “Ciencia y Fe”. Estos dos últimos libros son definidos por D. Eduardo Hernández Cano como: “poemarios de carácter predominantemente reflexivo muy influidos por Gaspar Núñez de Arce, pese a algunos ecos románticos y sentimentales (…) . Se trata de poemas donde la experiencia del cambio, propia de un hombre de finales del siglo XIX reescribe el tiranismo romántico, ahora con un giro intelectual, convertido en afán de saber en un momento de cambio y derrumbe de las certezas tradicionales.”

Una de sus poesías “Dos templos” tiene el honor de encontrarse recogida en el libro “Las mil mejores poesías de la Lengua Castellana" (Bergua, 1969).

Gracias al blog he tenido la fortuna de conocer a su bisnieta, Carmen Castro, a la que agradezco contactara conmigo, pues me ha ayudado a aclarar diferentes dudas que me planteaba respecto a la biografía de D. Gonzalo así como al origen de la profunda relación de amistad que unía a ambos escritores. D. Gonzalo escribió, episodios muy íntimos de la vida de Arturo Reyes, que fueron de gran utilidad para que casi 100 años después, dichas crónicas sirvieran para que investigadores pudieran reconstruir la biografía de mi bisabuelo. 

También existió una estrecha relación epistolar entre ambos, rodeada de bromas, que dejan entrever que a los dos les gustaba ironizar sobre la vida, restándole seriedad a sus conversaciones, y prueba de ello es el encabezado de una carta que comienza así: 

“Zeñó D. Arturo Reyes. Málaga. Arbasete 20 y sinco de Hunio de 1000 ochosientos noventa”.

Según Carmen Castro, el nexo de unión entre Arturo y Gonzalo, fue D. Eduardo León y Serralvo, fundador y director del periódico malagueño “El Cronista”, diario en el que Arturo Reyes prestó sus servicios. Este importante personaje de la historia malagueña era también miembro del Cuerpo de Topógrafos. Y aquí es donde posiblemente se encuentra el vínculo que a ambos escritores une, pues fue D. Eduardo quien seguramente los presentó.

En diciembre de 1891 el “Boletín de Procedimientos del Soberano Gran Consejo General Ibérico” se refería a D. Gonzalo en estos términos: “Castro es poeta de nacimiento, y librepensador de corazón; su imaginación de primer orden, encariñada con el razonamiento severo y sistemático de las ciencias matemáticas, a las que pertenece de abolengo, rompe de cuando en cuando, a pesar de este detalle, con el clasicismo remontándose a las regiones sublimes para llenar sus composiciones de nuevas ideas, obedeciendo, sin embargo, todos sus conceptos al libre pensamiento que electriza á todos los que como nosotros, no vemos nada bueno sino, con, en y por la libertad”.

Mi bisabuelo también tuvo el honor de prologar el último libro de Castro, “Poesías póstumas”, cuyo contenido nos ayuda a profundizar en la relación que unía a ambos, y que próximamente publicaremos.

Queremos compartir el soneto que mi bisabuelo Arturo dedicó a su eterno amigo, y que yo quiero también dedicar a su bisnieta Carmen, por haber sido tan generosa conmigo y haberme dejado reproducir mucha parte del contenido que hoy se publica en el blog. 

¡Esperamos que sea de vuestro agrado!

                          ¿…..?

                         SONETO
                                                Á GONZALO DE CASTRO

                 De donde viene el mal? ¿Quién adivina
                 el negro abismo en que su esencia toma?
                 ¡Incendiada por él contempla á Roma
                 el Cesar loco que engendró Agripina!

                 De donde emana el bien? ¿dónde germina
                 la pura flor que la existencia aroma?
                 ¡El dulce Nazareno de desploma
                 muerto en los brazos de la cruz divina!

                 Si el instinto brutal logra la valla
                 romper de la conciencia, cuando estalla
                 la tempestad en el cerebro humano,

                 y un principio inmortal todo lo crea;
                 ¿quién puso en manos de Nerón la tea?
                 ¿quién, en la cruz, al Redentor cristiano?

                                    Arturo Reyes

BIBLIOGRAFIA:

- Hernandez Cano, E. (s.f.). Gonzalo de Castro y Valdivia. Madrid. Real Academia de la Historia. Recuperado de http://dbe.rah.es/biografias/72743/gonzalo-de-castro-y-valdivia

- Marte. (6 de diciembre de 1981). Dédalo. Boletín de Procedimientos del Soberano Gran Consejo General Ibérico. Semanario Sociológico-Masónica. 49, 2-4. Recuperado de http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0026648877&search=&lang=es


- Bergua, J. (1969). Dos Templos. Las mil mejores poesías de la Lengua Castellana. 22ª edición. Madrid, España: Ediciones Ibéricas, pp. 523- 526.

- Reyes, A. (1896). ¿.....? Soneto. Á Gonzalo de Castro. Desde el surco. Madrid, España: Librería de Fernando Fé, p. 9.

- Carmen Castro (bisnieta): Datos bibliográficos. 

domingo, 12 de julio de 2020

CUENTO: CASA DE PRÉSTAMOS. AUTOR: ARTURO REYES

Arturo Reyes fue un escritor muy prolífico, y no solo se atrevió a escribir novelas sino también poesías, cuentos cortos y algunas obras de teatro. 

Fueron muy famosos sus cuentos cortos y muchos llegaron a publicarse en Argentina y otros países de Latinoamérica. Tienen la particularidad de ser pequeños libros de historia, recreados en Andalucía, en sus típicos barrios, en sus preciosos pueblos encalados, donde en tono de tragicomedia, se desenvuelven personajes genuinos, que nos muestran las formas de vida de aquella época, sus costumbres, sus ideas y pensamientos, en definitiva, las múltiples cualidades y defectos, que hacen al pueblo andaluz tener una idiosincrasia, que es nuestro mejor pasaporte, hecho por el que muchas personas desean viajar a Andalucía a conocernos.

El cuento de hoy, "Casa de préstamos" me parece muy especial pues aunque se publicó en 1905, sigue estando de plena actualidad, en estos momentos.

Espero que os guste y que disfrutéis con su lectura...


 


                     CASA DE PRÉSTAMOS.

-Mire usted- me dijo el prestamista sonriendo benévolamente-: en esta casa se admite todo, y a esto y a una poca de conciencia que tengo, se debe la prosperidad de mi casa. Aquí se da dinero por todo; aquí vienen todos los afligidos, y todos se van relativamente consolados; y puesto que dice usted que su visita es principalmente por estudiar la miseria del pueblo en este establecimiento, suelte usted el sombrero, siéntese en esa mesa como si fuese un nuevo empleado y así podrá usted presenciar las cien escaramuzas que tengo que librar a diario con mis enemigos, que sólo esgrimen, como armas, las lágrimas, el ruego, la astucia y a veces hasta la amenaza.

-¿Y no resulta usted nunca vencido?

-En un principio, sí, muchas, muchísimas veces, las primeras. Pero ya es muy difícil: en este negocio se puede ser algo tirano con la vanidad, pero no con el hambre; lo que deja de ganarse con ésta se gana con la otra... Pero póngase usted en su sitio, que ya diviso alguna guerrilla del ejército enemigo.

Y tomé posesión del puesto que me indicaba, y pronto vi atravesar la puerta de cristales una vieja rugosa, plegada y carcomida, con el vestido sucio, chancleteando torpemente y con un envoltorio en el delantal.

-Dios le bendiga a osté, señó don José. ¿Cómo está osté de salú? ¿Y el ama? ¿Y la señorita Rosario?... ¡Qué requetebonita que está la señorita Rosario!... ¡Cuánto rocío que le ha puesto Dios en la cara!

-¿Y qué traes hoy por aquí? - contéstale don José, tecleando sobre el mostrador como sobre un piano.

-¡Qué quiée usté que me traiga! Lo e siempre; esto no es viví, señó don José; esto no es vivir. ¡Qué malito que está to! Como que si no juera por usté, tendríamos ya tos polillas jasta en el cielo de la boca. Supóngase usté: mi hijo, parao, como usté sabe mu bien, dende jace un montón de meses; mi nuera, pa caer en la cama, con la barriga en la boca; sus chavales, si no se mueren de frío es poique tiéen concha como los galápagos... En fin, un dolor, señó don José, pero que un dolor... Como que entrar en aquella casa es salir aluego con er corazón partío.

-Válgame Dios, mujer, válgame Dios. Y qué, ¿qué es lo que hoy traes por aquí?

-Pos lo único que me quea. Míe usté: esta tumbaga, que como valor no tiée valor ninguno, pero como virtú vale un millón... Mírela usté bien... ¿Usté ve esto que tiée en la rosa?... Pos eso es una cosa bendecía, y to el que se pone esta tumbaga y es calvo, le crece el pelo... No se ría usté, señó don José, por la salú de tos sus difuntos que es verdá. Y si no, ¿se acuerda osté de Mariquita la Pelona?... Pus por qué si no por causa de esta tumbaga tiée hoy un pelo que le arrastra? Y Pepa..., ya sabe usté, Pepa, la hija del Betunero, aquella que tenía er casco como si le hubieran dao barniz de muñequilla...

-Vamos, mujer. Bueno, ¿qué más traes?

-Pos traigo estas dos cucharas.

-Pero mujer, ¿no ves qué malitas están?

-¿Cómo quiée osté que estén las probes, si jace una eterniá que no catan alimentos...? ¡Ah!, y esta camisa... ¡Quién le diba a dicir a esta camisa!... Supóngase usté que er peto de encajes sólo me costó tres pesetas... Como que fue la que me puse la noche de novia... ¡Ay, si esta camisa hablara!

-No, mujer, no, que no hable... Con qué, vamos a ver. ¿Y cuánto es lo que necesitas?

-Yo necesitar..., er Perú... Pero como yo no le voy a peír a osté lo que necesito ni lo que valen estas cosas tan siquiera, pos con que me dé osté pa ponerle hoy er puchero a esos esgraciaos, tan agraecía.

-Pero ¿cuánto necesitas para el puchero?

-Pos mire usté: dos perras gordas de guifa, una perrilla de añejo, otra de garbanzos y una gorda de arroz, son cuatro gordas, y otras cuatro pa un pan... Míe osté, señó don José, con que me dé osté una peseta..., tan agraecía.

-Pero mujer, ¿cómo te voy a dar una peseta, si todo lo que me traes no vale una siguirilla gitana?

-Que no vale; pos si no más que la tumbaga...

-No, si la tumbaga te la vas a llevar otra vez; si lo que quedan son las cucharas, que de malitas que están parecen tenedores, y la camisa está buena para cazar lúganos o chamarices.

-Pero señó don José, por los clavos e Cristo, que una peseta no es más que una peseta, y que mi hijo está parao dende jace un montón de meses, como sabe osté mu bien, y mi nuera con la barriga en la boca.

-¿Y quién le manda a tu nuera...?

-Pos qué quiée osté, ¿que se ajilen? Cudiao con el hombre..., cudiao con las cosas que se le ocurren a esta criatura; como que es que está sembrao.

-Toma, toma la peseta, mujer, tómala y vete.

-Si no le doy la peseta, estoy sembrando hasta la tarde - decíame momentos después el prestamista-. Con esta gente no hay más remedio que transigir. Pero ya tenemos un nuevo moro en campaña.

-¡Es verdad!- murmuré al ver penetrar en el establecimiento un hombre de unos cuarenta años, flaco, renegrido, ligeramente encorvado, vestido a la más elegante usanza del barrio, con el sombrero sobre la frente, las manos en los bolsillos de la chaqueta y el aspecto de persona ensombrecida y amargada por la vida.

-Güenos días, señó don José- dijo con voz ronca el desconocido, tocándose ligeramente el ala del sombrero.

-Buenos días, Joseíto - repúsole aquél con voz afable.

-¿Güenos? ¡No son malos, camará!... Como que hoy es uno de esos días en que por un chusco me comería yo las entrañas de Judas Iscariote.

-¿Pues qué es lo que te pasa a ti hoy?

-Pos cuasi na... Que al gobernaor jace unos días le dió el desayuno por asesinar a los probes, y le dijo al jefe de Policía que ni el nuncio jugaba aquí como no fuese a la gallina ciega y al zurro que te vi, y ya tiée usté un montón de padres de familia quitándose el órcido de las glándulas a guantazos. Como que las cosas están ca vez más peores y ca vez lo jacen peor los que gobiernan, y aluego chillan... Pos supóngase usté que yo desesperao pierdo la chaveta y que me meto a revolucionario, y que jago la revolución y acabo con la monarquía... Pos na, si jiciera eso, aluego dirían tos que si patatín..., que si patatán.

-Tienes muchísima razón- le dijo don José, tornando a redoblar distraídamente con los dedos sobre el mostrador.

-¡Vaya si tengo razón! Y a propósito de razón, déme usté un cigarro.

-Toma, hombre.

-¿Tiée usté un misto?... Si usté no sabe cómo estoy yo hoy... Como que anoche nos acostamos tos los e la familia a pistolete por barba, y hoy..., hoy ya desesperao empecé jasta a desconchar las paeres por si encontraba qué traerle a osté. Y qué..., naíta... Total, que aquí le traigo a usté lo que más quiero en er mundo, pa que me empreste usté manque no sea más que tres púas de las de curso forzoso.

Y diciendo esto, y sin darnos tiempo a ver cómo y de dónde lo sacaba, presentó a don José un cuchillo de empuñadura de hierro, de vaina de metal y de imponentes dimensiones.

-¿Tres pesetas? - murmuró, vacilante, don José.

-Y ni un céntimo menos. Y si no me las da usté, me voy ahorita mismo a la calle, y entoavía no la he pisao y ya está usté oyendo los pitos de carretilla.

Y de tal modo hubo de decir esto Joseíto, que momentos después salía de la casa con las tres columnarias en la faltriquera, y cruzábase en la puerta con una tercera visitante, señora de rostro bonachón, de pelo encanecido y decorosamente vestida.

-¡Hola, mi doña Rosario! ¿Tan temprano por aquí?

-Sí, señor, tan temprano- dijo la aludida, depositando sobre el mostrador su correspondiente envoltorio-. Aquí me tiée usté... Como mi Angeles es tan caprichosa, esta noche pasada soñó que le pedía relaciones un hombre que a ella le es muy simpático..., muy simpático... Perdone usté que no diga quién es...; pero, en fin, un joven que le es muy simpático.

-Pero no veo la relación que pueda tener...

-Sí, la tiene: es que cuando ese joven solicitaba ser correspondido, tenía ella puesto el vestido verde botella.

-¡Ah! -exclamó el prestamista-. Ya comprendo.

-Eso es -continuó la buena señora-. Y apenitas echó Dios sus luces esta mañana, se tiró de la cama mi niña. Y: “Mamaíta, mamaíta..., yo quiero el vestido verde botella.” Y aunque yo no soy supersticiosa..., como dicen que los sueños a veces son presentimientos..., pues, nada, aquí le traigo a usted el de color de café con leche, para que me haga usted el favor de cambiármelo por el otro.

Y cuando ya despachada a su gusto esta tercera visitante, disponíame yo a despedirme del amable don José, divisé un cuarto afligido, hombre de cuerpo recto y enjuto, rostro de acentuadas y correctas facciones, chupadas mejillas, ojos azules y serenos, mosca y bigote de un rubio sospechoso y de empinadas guías con que dábale al recién llegado marcial aspecto, un calabrés echado sobre la oreja y la actitud llena de dignidad y tristeza.

-¿En qué puedo servirle, caballero?- preguntóle de modo adusto el usurero, neutralizando lo atento de sus palabras con la seca expresión de su semblante.

El recién llegado, grave y silencioso, desató el bulto que llevaba y colocó sobre el mostrador un lienzo en que una mano maestra y una imaginación privilegiada había derrochado la inspiración y el talento.

Don José arrojó una mirada desdeñosa sobre aquella figura, que parecía como pintada con ráfagas de luz, y murmuró secamente:

-Es muy bonito, pero aquí ya no se admiten esas cosas.

-Es que lo que deseo es una pequeñez... El que me lo encargó está fuera..., y un apurillo de momento... Así es que lo que solicito es poco..., cualquier cosa.... lo que usted decida- exclamó con voz trémula el desconocido.

-Lo siento mucho, pero no puedo ofrecerle nada, caballero.

Y el prestamista volvió a redoblar con los dedos sobre el mostrador, mientras el desconocido se alejaba grave, silencioso y sombrío.

-¡Pero si es una obra de arte! - exclamé, indignado, encarándome con el prestamista.

Este se encogió de hombros y me repuso:

-¿Y quién lo duda ni lo niega? Sé de qué se trata; sé que es un buen artista, pero ¿qué quiere usted que haga yo con eso?

-Pero ¿no me decía usted que aquí se admite todo?

-Naturalmente que sí; ya lo ha visto usted. Pero nada de arte, amigo mío, nada de arte. ¡Eso no hay quien lo compre después ni al peso, ni con dineros encima!

Y dicho esto, y mientras yo me alejaba, lleno de pena y de rabia, el bueno de don José siguió tecleando con los dedos sobre el mostrador de su establecimiento de préstamos, el más popular del barrio de Capuchinos.

                                             Arturo Reyes


BIBLIOGRAFÍA:

España. Revista de la Asociación Patriótica Española. Buenos Aires, 7-X-1905.
- De mis parrales. Autor: Reyes, Arturo. Málaga. Tip. Zambrana Hermanos. 1911. Pags. 203 - 215.
-Cuentos andaluces. Tomo II. Autor: Arturo Reyes. Pags. 177-181. Edición Homenaje del Excmo. Ayuntamiento. Málaga 1964. Gráficas San Andrés (Málaga).