El año 1897 fue un año
importante para Arturo Reyes ya que publica una de sus obras más célebres “Cartucherita”,
pero por otro lado también sufre la pérdida de uno de sus mejores amigos, D.
Federico Moja y Bolivar, periodista y escritor de origen santanderino que participó activamente en 1895 en la fundación de la Asociación de la Prensa de Málaga, de la que fue su primer presidente. Fue en un corralón de la barriada del Palo donde falleció el gran intelectual cántabro, cuyos restos descansan actualmente en el Cementerio de San Miguel en Málaga.
Nota: Vista panorámica de la barriada del Palo (Málaga) en el siglo XIX.
D. Cristóbal Cuevas nos informa en su libro de algunos aspectos de la relación entre ambos escritores así como lo que ocurrió cuando Moja falleció:
D. Cristóbal Cuevas nos informa en su libro de algunos aspectos de la relación entre ambos escritores así como lo que ocurrió cuando Moja falleció:
"La publicación de "Cartucherita" se vió, sin
embargo, ensombrecida en marzo de 1897 por un luctuoso suceso que acongojó
profundamente el ánimo de Arturo.
El 26 de ese mes muere,
en efecto, su íntimo amigo y brillante periodista Federico Moja y Bolivar,
director en Málaga del diario “Las Noticias”.
Santanderino de nacimiento –
1842-, había sido en Madrid colaborador de “El Imparcial”, “La Revista
Europea”, “La América”, “La Academia”, “La Ilustración Española y Americana”, y
estando ya en Málaga seguía escribiendo en los diarios madrileños “El Liberal”,
“El Heraldo”, “El Globo” y el mismo “Imparcial”.
Con Reyes se había mostrado
siempre generoso y desinteresado, poniéndolo en relación con la prensa
madrileña, donde tantas amistades tenía. Su benevolencia para con sus colegas
de la pluma era proverbial:
“De todos los que hoy cultivan la literatura en
Málaga - escribe Arturo en un artículo sin firma aparecido en “El Cronista” el
27.III.97 – serán muy pocos, si es que existe alguno, los que no le deban
algo.”
Era Moja, sin embargo,
hombre de carácter adusto, rígido, incapaz de aceptar un convencionalismo o de
fingir una alabanza hipócrita por afán de medro, pero entrañable y cordial en
la intimidad y siempre leal con sus amigos, como pudo comprobar personalmente
Reyes en la admiración que, sin asomo de envidia, le profesó invariablemente
Federico.
El fallecimiento de éste, pobre, postergado e incomprendido, fue un
rudo golpe para el poeta, y más cuando se enteró de ciertos procedimientos,
todo lo bienintencionados que se quiera, pero irrespetuosos y coactivos, que se
habían empleado con su amigo para reducirlo de su ideología irreligiosa y
“ayudarlo a bien morir”.
De lo que realmente sucedió, puede darnos una idea la
carta que envió al poeta el mismo D. Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo,
gobernador civil de Málaga, y amigo recién estrenado del autor de
“Cartucherita”:
“[Málaga], 27, marzo, 97. A Eduardo León ó Arturo Reyes…:
Supongo que después de la confesión con el P. Lapuente del pobre Moja (q. e. p.
d.) no habrá ni propósito de mescolanza en el entierro de elementos masónicos o
anti– religiosos. Sería conveniente que previeran V. V. el caso para no dar lugar
al espectáculo de que nos tuviésemos que retirar muchos de los que pensamos asistir.”
(ART)
Callejón Navas nos ha conservado por su parte, otras noticias sobre los
enojosos acontecimientos y sobre la reacción de Arturo ante ellos: “Antes de mi
salida de “El Cronista” – escribe, tuve el honor de acompañar a Arturo Reyes
cuando falleció el gran Moja y Bolívar al humilde corralón del Palo, donde
exhaló el último suspiro el gran literato. No se mostró muy conforme con
ciertos procedimientos que, para preparar a bien morir a D. Federico, parece
que llegó a advertir. Noté entonce que Arturo era algo más que un escritor
notable. Sus palabras, sus gestos, sus ojos, me dijeron que no transigía con
ciertos convencionalismos; que su alma bondadosa compartía las desgracias de
los desheredados; que en él había nobles rebeldías ocultas.” (Op. Cit., pág.
184).
Un año antes, cuando
Federico estaba ya muy enfermo, su amigo con clarividencia de intuitivo, le
había dedicado su poema “En el dintel”, que es toda una premonición de lo que
estaba a punto de suceder y un consuelo, de cara a Dios, contra la injusticia
de su postergación terrena. En él, a la manera de Núñez de Arce, se cuenta la
muerte de un rico, cuyo cuerpo recibe en la tierra el homenaje de un funeral de
potentado”, con aparatosos doblar de campanas –Epulón/ Lázaro-; pero la
sorpresa de su alma orgullosa no tiene límites al ver que no hay un criado que
le abra las puertas del cielo, mientras Arturo apostilla con amargura:
“Por mucho que alce su
vuelo,
no es fácil que llegue
al cielo
la voz de los
santuarios:
desde zonas tan lejanas,
¡ni se escuchan las campanas!,
¡ni se ven los
campanarios!”. (D S, 202)
Continuará ...
Continuará ...
BIBLIOGRAFÍA:
“Arturo Reyes. Su vida y
su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- "Desde el surco”.
Poesías. (DS) Carta – Prólogo de D. Gaspar Núñez de Arce. Madrid. Librería Fernando
Fé. 1896.
- Archivo familiar Reyes (ART).
ENLACE FEDERICO MOJA Y BOLIVAR:
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