Mi bisabuelo Arturo, una persona a la que le gustaba gozar de todos aquellos pequeños placeres que la vida le deparaba, se encontró de bruces con lo que más podía temer, la implacable pérdida de salud.
Sentiría un inesperado y radical rechazo hacia lo que consideraba una injusta adversidad pues sus planes de futuro se empezaban a desmoronar como un castillo de naipes lo hace ante un brusco e inesperado movimiento.
Todo ello le inquietaría enormemente ya que se encontraba en un momento muy importante de su trayectoria vital, en la que a pesar de no tener ni un duro, gozaba de grandes amigos y de una familia por la que sentía debilidad.
Además como escritor, había recibido el reconocimiento literario que tanto había buscado, tras esa
lucha impetuosa y tenaz por conseguirlo, y todo podía quedar truncado si su fortaleza y
vitalidad se resentían.
Su alma de artista se
encontraba en plena expansión. Todavía le quedaban muchos libros por escribir y
muchas experiencias que vivir, y probablemente su espíritu inconformista le
haría rebelarse ante estas circunstancias pero las injustas líneas del destino
así lo habían escrito y él no podría cambiarlas.
Todas estas
circunstancias creo que empezaron a minar su alma y su espíritu, al darse cuenta de que
la vida se le iba poco a poco y que él no podía hacer nada por evitarlo...
Nota: Hygeia, diosa griega de la salud.
Nota: Hygeia, diosa griega de la salud.
D. Cristobal Cuevas, como siempre, nos acompaña con su interesante libro sobre el escritor malagueño:
“Los cuarenta años, esa,
preñada de glaciales promesas, iniciación de la cuesta abajo de la vida,
empezaba a echarle el torno a aquel vehículo arrastrado hasta entonces
vertiginosamente por el loco ímpetu, por el desesperado galopar de las más
brutales pasiones.”
Hasta este momento,
salvo la pasajera crisis del 96, había trabajado con toda la agresiva potencia
de su juventud, derrochando entusiasmo en su búsqueda de la gloria, viajando, escribiendo,
discutiendo con calor, sostenido siempre por una fe en sí mismo que le
galvanizaba.
Pero ahora, el cansancio
empieza a hacer mella en su espíritu. Un difuso desencanto le atenaza
progresivamente, mientras la convicción de lo inútil de sus desvelos va
carcomiendo sus energías. Una mujer casta y amante dice al poeta:
“Sí, espanto y
compasión, amor y pena
me da verte arrastrar,
como cadena
de recios eslabones,
de tus no realizadas
ilusiones
la flor ya deshojada,
la antorcha ya apagada,
y la túnica azul hecha
jirones.” (*)
Continuará...
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
- "Noche imborrable" (*). "Otoñales. Poesías”. Madrid, R. Velasco, 1904. Reyes, Arturo.
La salud mina los caminos pero no puede con los pensamientos, coharta con su inexsorable y persistente machaqueo el tiempo que te resta para poder dejar impreso tus pensamientos y visión de la vida con el filtro que esas mentes privilegiadas poseen para ver y vivir la vida, pero bueno lo realmente bueno si poco triplemente bueno.
ResponderEliminarUna vida tan dura y dificil que le tocó vivir...y que fue "musa" de tan bellos escritos....Le admiro.
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