Hoy el blog de la mano del catedrático D.
Cristóbal Cuevas, nos informa sobre cómo mi bisabuelo estuvo preparándose en su
trayectoria final. Casi todos sus amigos y conocidos coincidían en que Arturo
era un hombre sencillo y bondadoso, que transformó su agnosticismo de juventud,
en la búsqueda del más allá en su época adulta, cuando quiso aferrarse a una
vida eterna que sólo la religión le ofrecía.
También nos cuenta D. Cristóbal en su ardua
investigación sobre el escritor malagueño, un episodio conmovedor que espero
que os guste, y que fue escrito por un periodista de Valencia del que no
existen referencias en internet a pesar de haber sido un notable abogado defensor,
periodista, político además de impulsor para el enriquecimiento de la cultura
de nuestro pais, D. Ricardo Camilleri,
al que hoy queremos dedicarle esta publicación…
Nota: Fotografía de la Plaza del Ayuntamiento (Valencia) 1906.
“En las últimas semanas de su vida tan sólo en la
fe encontraba consuelo. Su religiosidad se acrisoló, esforzándose en preparar
su alma para el encuentro definitivo. Todo lo veía bajo especie de eternidad en
estos dramáticos días, “cuando ya sólo en la muerte pensaba, y ya la visión de
los tiempos idos se convirtió en pasajera y sin importancia, ante la visión
infinita, permanente, ilimitada, que de lo venidero le trajo la fe.”
Una
angustiosa y oscura sed de eternidad empieza a consumirlo:
“Mi vida no es vida, que es ruda batalla,
en que ya rendido y herido y maltrecho,
vivir cual asceta mis últimos años,
con Dios y conmigo quisiera en el yermo.
Saber que los seres que amo, felices,
cruzando del mundo van la senda ingrata;
rezar porque nunca sus pies ensangrienten
las zarzas agudas que hieren mi planta…
Yo ya no cual antes la senda recorro,
sin bridas ni riendas que mi ímpetu frenen,
que en casi laguna de ondas dormidas
por mi bien, Dios mío, trocóse el torrente.
Pasaron los años que abrasa el estío,
fogosos corceles que, raudos, galopan,
las crines al viento; fogosos corceles
que todo lo pisan, que todo lo arrollan.
Y llegó el Otoño, ¡tan pálido y grave!
Sus frescos verdores, perdieron las ramas,
y, ¡oh Dios!, ¡oh Dios santo!, ¡cuán hondo
silencio!
Ni zumba la abeja ni el pájaro canta…
Mas ya de mis bríos se agota la fuente,
y ansío tan solo dar fin al sendero,
y volar allende la Santa ribera,
allende la tumba, y allende los cielos.”
Ante la perspectiva de la muerte inminente, toda
su energía se le funde en bondad. Adquiere ahora el poeta la última madurez de
la ternura, la sazón definitiva del corazón abierto. Una flor, un insecto
moribundo, una mujercilla llorosa, un niño suplicante conmueven su corazón y le
estremecen. Ha llegado a la cumbre de la com-pasión,
a la capacidad de sentir –de sufrir- con todos.
“Un zagalillo – recuerda Camilleri- entró cierto
día en una importante librería a comprar el libro que acababa de publicar Arturo
Reyes. Al preguntar el zagalillo el precio del libro, le contestó al librero:
- Tres pesetas.
El muchacho entonces sacó un pañuelo, y de él un
puñado de monedas que contó. Fuese al librero y le dijo:
- Tome usted, cinco reales que tengo, y resérveme
el libro hasta la semana que viene que pasaré por él.
Un caballero que escuchaba la conversación,
acercóse al muchacho y le dijo:
- Oye, ¿Y para qué quieres ese libro?
- Para mí.
- ¿Tienes afición a los libros?
- Mucha. Los libros de Arturo Reyes que he leído
me han entusiasmado, y si la suerte me protege y algún día tengo dinero, los
compraré todos.
– Tómalos para tí, yo te los regalo, y si como
dices, tienes afición a los libros, pásate por la Academia [de Declamación] y
pregunta por mí.
- ¿Y quien es usted? – hubo de preguntar el
muchacho.
- Yo soy Arturo Reyes, el autor de los libros que
tanto te gusta leer.”
Este relato hubo de hacerlo el propio Reyes al
periodista levantino que en este tiempo se hallaba en Málaga como corresponsal
de La Correspondencia de Valencia, y
a quien acompañó alguna vez el poeta. Sea cierto en su integridad o se trate de
una versión idealizada – aunque cierto en su integridad o se trate de una
versión idealizada – aunque Camilleri suele ser testigo serio-, la anécdota retrata
fielmente el espíritu del escritor malagueño, sobre todo en los días finales de
su existencia."
Continuará…
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Poesía: ¡Sed tengo!. Autor: Arturo Reyes. Libro: Del Crepúsculo Poesías póstumas. Págs. 1-5. Málaga, Zambrano Hermanos, Impresores. 1914.
- Periódico La Correspondencia de Valencia. Número 15670. Pag. 3. Artículo: "Málaga". Autor: Ricardo Camilleri. Fecha de publicación: 2 de mayo de 1913.
-Fotografía de Valencia: http://valenciadesaparecida.blogspot.com.es/
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