Hoy el blog quiere
dedicar esta reseña a todas los buenos amigos que ayudaron a mi bisabuelo
cuando éste se encontraba pasando momentos difíciles.
La amistad es uno de los
bienes más preciados que podemos poseer, y se basa en la
comunicación, el apoyo mutuo, la comprensión, el cariño y la absoluta armonía
entre dos personas. Dicen que anima el alma y estimula el corazón. Se conocen
sus efectos beneficiosos para la salud: activa nuevas zonas del cerebro y
libera sustancias que favorecen la relajación y el bienestar. Nos hace crecer y
madurar como personas.
Pues bien, entre las
cualidades humanas que describen a mi bisabuelo, dicen de él, que era leal,
simpático, cariñoso, sensible, y que contaba con apreciables dotes para entablar
relaciones de amistad.
Arturo era muy amigo de
sus amigos, y quienes bien lo conocían, refieren: “Nunca habló mal de nadie”.
Sabemos también que delante suya no se podían realizar comentarios negativos ni críticas sobre
ningún conocido suyo.
El escritor malagueño
pasó muchas estrecheces económicas a lo largo de su existencia, y sus amigos
“del alma” siempre estuvieron pendientes de sus necesidades.
En los momentos
difíciles que nos depara la vida y tanto nos marcan el espíritu, mi bisabuelo
contó con el afecto y apoyo de muchísimos camaradas que desinteresadamente querían
tenderle una mano, sin pedirle
nada a cambio, haciendo visible esa confraternidad que siempre les había unido,
y que en esos momentos difíciles consistía en aliviar en la medida de lo
posible sus estrecheces económicas.
De todo ello nos informa
nuestro catedrático D. Cristóbal Cuevas en su libro sobre el autor malagueño:
“En 1904 ha de
enfrentarse el escritor con una de estas crisis económicas, tan frecuentes, por
lo demás, en su vida.
“En momentos de los más
difíciles – escribirá más tarde-, en días de los de más triste recordación para
mí, y digo más, porque todos los de mi vida lo fueron de rudo y terco batallar,
Paco Verdugo pidió apoyo para mí desde las páginas de “Mundo Gráfico".”
En efecto, desoyendo los
consejos de un inútil pudor, en un artículo sangrante por lo emocionado y
directo, Verdugo proclama a los cuatro vientos la vergüenza de que un hombre
como Reyes, escritor prolífero y admirado, a quien toda España había ofrecido
un generoso tributo de honras y ditirambos, estuviera pasando, lisa y
llanamente, necesidad, incluso hambre, y pedía a todos que acudieran en su
ayuda, cada uno según su devoción y sus posibilidades.
La reacción no se hizo
esperar. A fines de 1904, y sobre todo a principios de 1905, recibe el
novelista malagueño cartas de muchos amigos que se interesan por él y le
ofrecen su apoyo.
“Nunca olvido –
escribirá él mismo – la gratitud que debo a los compañeros que de modo tan
efusivo me prestaron en la prensa su poderoso concurso; a los representantes
del pueblo en que nací; a quien por aquel entonces figuraba al frente del
Ministerio de Instrucción Pública [su paisano y protector D. Andrés Mellado y
Fernández]; al insigne Galdós, el queridísimo y respetable maestro, gloria de
las letras españolas, y a tantos como al llamamiento del director de “Mundo
Gráfico”, solicitaron para mí, a coro, el apoyo del Gobierno.”
Continuará…
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
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