Lamento haber estado
varios meses sin escribir sobre la biografía de mi bisabuelo pero ha sido un tiempo de reflexión, en el que no sabía muy bien como debía continuar
el blog, y me sentía algo ofuscada, al saber que muchas de las cosas que
quedan por contar de su vida no son todo lo agradable que yo quisiera. Pero
creo que debo proseguir el camino empezado, relatando esta última década de su
existencia, entre los 40 y 49 años.
Nota: Portada de la reedición facsimil de la obra de D. Cristóbal realizada por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga en el 2013, y que por un módico precio te lo llevan a la puerta de tu casa.
Hoy como siempre, es D.
Cristóbal Cuevas García quien nos ayuda a conocer más íntimamente a mi
bisabuelo…
“A Arturo su trabajo
oficinesco le cansa cada día más, y a veces oculta bajo las expedientes una
cuartillas en que, subrepticiamente, va escribiendo versos. Una nueva inquietud por
la educación de sus hijos empieza a dominarlo, y su campo de atención gravita
de nuevo, cada vez más fuertemente, hacia la familia. La idea de abandonar su
tierra en busca de más amplios horizontes se le hace infinitamente cuesta
arriba.
La pasión carnal se le
licúa lentamente en ternura, y un día confiesa a su amigo Escamilla Rodríguez: “Tengo cosas de viejo; ¡ya me gustan las
amiguitas de mi hija!”.
Empieza así a incubarse
en su espíritu una crisis de fundamental significación humano – religiosa, que
estallará definitivamente hacia 1904, pero cuyo principio hay que situar mucho antes, posiblemente a finales de
siglo.
Hasta donde nos es dado
penetrar, esta crisis comienza con el amargor de las desilusiones, de la gloria
siempre buscada y nunca conseguida en plenitud – sobre todo en el ambiente
local-, y, más todavía, de los primeros síntomas de decadencia física, que un
hombre tan orientado hacia la mujer – hembra y tan embebido en la convicción de
su masculinidad arrolladora hubo de sentir de manera especialmente dolorosa.
Un cansancio inconcreto
y ceniciento, una soledad que le cerca y le ensimisma, una alarmante apatía
ante lo que siempre lo había solicitado, van madurando su alma para la
separación de su mundo anterior, ese cosmos risueño que se basaba en la
pirotecnia de la gloria, de la sensualidad y de la rebeldía, y lo van acercando
a Dios como cimiento definitivo. El mismo Arturo enumera en un poema capital
los elementos desencadenantes de la crisis definitiva:
“El recuerdo implacable,
la honda huella
que dejan de sí en pos
cuando las hiere
el desencanto, la
ilusión que muere,
la pasión que se
estrella,
la esperanza que yerta
se desploma,
la flor que deja de
esparcir su aroma
del tallo desprendida…
Todo, en fin, cuanto es
bello y se deshace;
todo cuanto nos hace
amar el mundo y bendecir
la vida.” (*)
Una desolada reflexión
sobre la vacuidad de su pasada existencia va tiñendo su corazón, primero de
indiferencia, luego de horrorizada repulsión, y al final de arrepentimiento, y
en estas reflexiones empieza a estar presente Dios como confidente y amigo, en
doloridos acentos que nos traen el recuerdo vehemente de Lope:
“Fue mi vida, ¡oh Dios
mío!, como un torrente,
cual de un corcel el
galopar sin freno,
que amor fue mi tirano ,
y en su seno
busqué siempre saciar mi
sed ardiente.”
Continuará…
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
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