Mi bisabuelo Arturo fue
una persona que siempre se esforzó por hacer realidad sus sueños, y de esta
forma, llegó a convertirse junto a sus íntimos amigos, entre ellos, D. Narciso
Díaz de Escovar, en “arqueólogos
improvisados”. Aprovecharon la ocasión que les brindaba el desmonte de la Haza Baja de la Alcazaba
malagueña, para dedicarse a unos de sus grandes sueños, la arqueología,
poniendo todo su empeño y dedicación en ello. Tanto fue así que el sabio Rodríguez Berlanga, los creía
competentes en la actividad que realizaban, y los apoyó en esta ardua tarea.
Nota: Detalle de la Alcazaba de Málaga. Fotografía realizada por Pedro Aguiló Reyes, sobrino nieto de Arturo, a finales de los años 70.
Y así nos lo hace saber
nuestro catedrático de referencia, D.
Cristóbal Cuevas, en el estudio que sobre la vida del escritor malagueño,
realizó a mediados de la década de los 70:
“Para poder hacer frente
con competencia a estas obligaciones, Arturo procura adquirir una preparación
teórica suficiente en tales materias, procediendo a catalogar restos, reconocer
sus características, apreciar su valor y fijar la época a la que pertenecen.
Aplicando pacientemente
a la práctica los conocimientos que con infinita constancia va adquiriendo, el
improvisado historiador se dedica a poner los cimientos del futuro Museo
Arqueológico de Málaga, al tiempo que reúne una no desdeñable colección
personal de antigüedades.
Para ello, y
aprovechando el cargo que la Junta le había conferido, se pasaba horas y horas
vigilando los trabajos de desmonte de la Haza, esperando siempre ver surgir de
entre los escombros un capitel, una lápida o un fragmento cualquiera de mármol
o de cerámica, que adquiría al punto, si su precio no estaba muy por encima de
sus escasas posibilidades económicas.
Con enternecedora
ingenuidad, el poeta utilizaba luego sus compras para hacer intercambios y
adquirir piezas que codiciaba, lo que “le dio gozos de chamarilero, porque
creía engañar a los anticuarios siempre que le engañaban a él.”
Su compañero de Junta,
González Anaya, nos ha conservado una graciosa anécdota de este tiempo:
“Recuerdo – escribe- que
en una ocasión le regale un jaique magnífico, y él, encantado del obsequio, me
lo pagó llevándome a la casa unos cacharrotes romanos hallados en las
excavaciones de la Alcazaba. Dábale un gran valor a estos vestigios, pues era
aficionadísimo a la Arqueología, y aunque yo, por oírle, amenazábale iracundo
con tirar enseguida toda aquella basura a la calle, él riendo molíame a
puñetazos y empellones – este sport de brearnos a los amigos era en Arturo tan
ardiente como sus dilecciones arqueológicas-, y, profiriendo horrores por mi inculto desprecio hacia los
ejemplares tan valiosos, me dejaba los chismes sobre la mesa del despacho y se
marchaba tan contento.”
Continuará…
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
¡¡ Otro punto más en común con D.Arturo, además de mi pasión por Málaga, por la lectura, la poesia.....la arqueología !! Me gusta soñar que algún dia puedo cerrar los ojos, ir al pasado y conocerle personalmente....
ResponderEliminarLe hubiese encantado conocer a nuestro primo Pedro Cantalejo Duarte y a su mujer, ambos arqueologos e historiadores malagueños.....