El apoyo y la influencia de
algunos de sus buenos amigos, que intermediaron, para que
Arturo ascendiera en su puesto de trabajo,
tuvieron su fruto, ascendiendo de posición dentro del servicio de Contaduría del
Ayuntamiento de Málaga, lo que haría gozar a nuestro escritor de una mejor situación económica tan necesaria para poder dedicarse a la literatura. Pero la dicha no iba a durar mucho y la vida de Arturo sufriría un vuelco trágico del que nunca se recuperaría.
Y así lo deja plasmado
el catedrático D. Cristóbal Cuevas en su libro sobre el autor malagueño...
“Tan amarga situación se
vio aliviada, no obstante, aunque no en la cuantía que hubiera necesitado, el 1
de julio de 1899, por una mediana subida del sueldo, que percibía en el
Ayuntamiento.
Con fecha de 30 de
junio, se le comunicaba por Oficio que, habiéndose suprimido en el presupuesto
municipal la plaza que venía desempeñando, quedaba cesante en la misma, por lo
que se destinaba al cargo de Oficial 2º
Interino de la Contaduría de Fondos, con
el haber anual de dos mil quinientas pesetas. Es decir, salía ganando en el
cambio quinientas pesetas al año, acreditándose mensualmente doscientas ocho
pesetas con treinta y tres céntimos, de las que, deducidas veinticinco con
veinte, percibía un líquido de ciento ochenta y tres con trece pesetas al mes.
Arturo, sin embargo, no
pudo sentir la alegría que normalmente le habría producido esta inopinada
mejora, ya que, pocos días después de conocerla, una terrible desgracia se
abatía sobre su familia.
Con catorce años recién
cumplidos, se le moría por estas fechas su hijo más querido, el primogénito Arturito, en quien
tantas ilusiones tenía cifradas. Su amargura estalla en un desgarrador poema,
en el que los últimos versos nos producen un estremecimiento involuntario, como
si el poeta hubiera adivinado lo que el destino le preparaba. Su título es un
quejido en carne viva: “¡Hijo mío”:
“Yo pensaba que Dios
colmado había
la copa del dolor, que
era bastante
lo ya sufrido y que tu
brazo amante
apoyo en mi vejez me
prestaría.
Yo pensaba, mirándote,
que un día,
cuando llegara mi
postrer instante,
como último tributo mi
semblante
de tu llanto el raudal
inundaría.
Que en la ruda batalla
en la que prosigo
ya sin ti, no a romper
iba la suerte
de modo tan cruel tan
hondos lazos.
Mas ya tan sólo mi dolor
mitigo
pensando que al morir
volveré a verte
y a sentirte otra vez
entre mis brazos.”
Actualmente – caprichos
de la fortuna-, Arturo comparte su sepulcro y su ataúd con el cuerpo de su
primogénito."
Continuará…
Esta poesía la quiero
dedicar a nuestras madres, modelos de perfección, por su trabajo abnegado, por
sus sacrificios, por su cariño sin límites, por sus consejos sabios, por todo...
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
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