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jueves, 2 de noviembre de 2023

MARIDAJE ENTRE MÁLAGA Y VIETNAM: EL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES JUNTO AL FOTÓGRAFO FRANCÉS REHAHN

 Hoy quiero cumplir un deseo que he tenido hace varias semanas, y que consistía en interrelacionar a un fotógrafo francés que vive en Vietnam con mi bisabuelo Arturo.

Durante el viaje a Vietnam que hemos realizado esta pasado mes de octubre, descubrimos un museo instalado en un edificio colonial francés, en la bonita ciudad de Hoi An, el Precious Heritage Museum, que me causó una enorme impresión y  una gran  admiración por su director.

Decidí que quería escribir sobre él porque me producía mucha curiosidad encontrar a un personaje de tal magnitud, y quería contribuir desde este blog familiar a su engrandecimiento, y a agradecerle su contribución al mundo.




Nota: Retrato realizado por Rehahn que sirvió de inspiración a su proyecto "Sonrisa oculta". 

Según cuentan en su página oficial "la señora Bui Thi Xon era una mujer que transportaba turistas en su barco sampán por los canales de Hoi An. El fotógrafo se sintió atraído por ella, y le pidió que lo llevara. Cuando Rehahn le preguntó a la señora  si podía tomarle un retrato, ella accedió tímidamente. 

Después de ver su propia foto, comenzó a reír y cubrió sus sonrisa con una mano. Esta acción inspiró a Rehahn a tomarle otra foto con esta pose. El fotógrafo eligió esta fotografía para la portada de su primer libro "Vietnam, mosaico de contrastes". Se ha convertido en una de las imágenes de Vietnam más conocida en el mundo.



Nota:
Retrato de An Phuoc, la niña de ojos azules, descendiente de la etnia Cham, pueblo de origen malayo-polinesio, con fuerte influencia budista e hindú.


Pensando qué podían tener en común este fotógrafo francés contemporáneo con mi bisabuelo Arturo tuve varias ideas.

Una era el deseo que ambos tenían de preservar la cultura: el francés Rehahn viajando por todo el mundo captando instantáneas frescas y sublimes de las minorías étnicas, y mi bisabuelo, en su ciudad natal, Málaga, inspirándose en la gente de la raza calé para dar a luz su obra literaria, mostrándonos también a esta minoría étnica tan española en su mayor esplendor, y siempre con mucho respeto y enalteciéndolos.  

Otra punto en común entre ambos era su honda inspiración, plasmando sus obras con una gran sutileza y belleza. Rehahn a través de la fotografía y Arturo mediante la producción literaria.

Pues bien ahora quiero presentaros al director de este magnífico museo.

Rehahn Croquevielle, es un fotógrafo francés nacido en Normandía en 1979, que vive desde hace más de dos décadas en Hoi An, una preciosa y pequeña ciudad situada en el centro de Vietnam. Este magnífico artista ha viajado por muchísimos países del mundo, fotografiando no solo sus paisajes y su gente, sino sus almas, emociones y sentimientos.

El museo que dirige en Hoi An está dedicado a las minorías étnicas que conviven en Vietnam, y que si no se preservan desaparecerán. Él ha querido subrayar la gran importancia que tienen estas pequeñas comunidades con una herencia cultural muy frágil, que se encuentra en manos de personas muy ancianas, que aunque muy activas, tienen la esperanza de que las nuevas generaciones aprendan sus conocimientos, y tomen el testigo de ese importante legado.

Rehahn viaja por el país buscando a las minorías étnicas en sus pequeñas aldeas, se granjea su amistad, los visita periódicamente, y convive en sus casas. Ha sido capaz de generar fuertes lazos de amistad con estos personajes singulares.

Para que sean expuestos en el museo y con el objetivo de que la sociedad los conozca, los jefes de las aldeas le regalan al artista sus atuendos típicos, sus instrumentos musicales, etc.

Rehahn les regala las fantásticas instantáneas e imágenes que fotografía con toda naturalidad, complicidad, sencillez y belleza, creando momentos únicos, y mostrándonos la diversidad multicultural que convive en Vietnam.

El francés quiere salvaguardar este inapreciable tesoro que se ha ido encontrando en este precioso país, y nosotros queremos darle las gracias.

Vamos a publicar hoy una poesía de mi bisabuelo Arturo titulada “La castañera”, una profesión que como tantas otras se encuentran  en vías de extinción, y que queremos hacer la protagonista de hoy, con la llegada del otoño. 

Se la queremos dedicar al fotógrafo francés Rehahn en muestra de nuestro gran respeto hacia él y nuestro reconocimiento.


Esperamos que sea de vuestro agrado.

 

            LA CASTAÑERA

                  Llegó ya el invierno

                  vestido de nieblas,

                  y vientos y lluvias;

                  llegó, y ya en mi puerta

                  coloca su hornillo,

                  su silla y su mesa,

                  y el farol que la alumbra, la alegre

                  gentil castañera.

 

                   Gitana es, gitana

                   graciosa y esbelta;

                   de raso parece

                   su cara morena;

                   son rojos sus labios,

                   sus labios que muestran

                   cual en ricos engarces de grana,

                   dos hilos de perlas.

 

                   Sus lánguidos ojos

                   parece que llenan

                   de luz cuanto miran;

                   luce en la guedeja,

                   sedosa y brillante,

                   flores y peinetas;

                   y en el cuello, un collar de abalorios

                   de múltiples vueltas.

 

                   Grandes arracadas

                   luce en las orejas;

                   purpúreo pañuelo,

                   de crespón de seda

                   y flecos larguísimos,

                   su busto moldea,

                   su busto arrogante, en donde 

                    el que pasa los ojos recrea.

 

                    De metal dorado

                    brillantes pulseras,

                    que ajorcas parecen,

                    ciñen sus muñecas;

                    y su limpia falda,

                    plegándose, deja

                    ver los pies, dos primores que encienden

                    la sangre en las venas.

 

                    Y lleno de orgullo,

                    de pie junto a ella,

                    está su gitano,

                    luciendo su enérgica

                    viril hermosura;

                    su hirsuta melena

                    y sus ojos ardientes, henchidos

                    de dulces promesas.

 

                    Allí está luciendo

                    la corta chaqueta,

                    pantalón de pana,

                    camisa entreabierta,

                    cordobés sombrero,

                    y al desgaire puesta

                    una faja celeste, su traje

                    gitano completa.

 

                    Gitano y gitana

                    se quieren de veras,

                    se quieren, y en vano

                    por tanto se esfuerzan,

                    cuantos ser un punto

                    los dueños quisieran

                    de la hermosa gitana que tiene

                    su puesto en mi puerta.

 

                       Arturo Reyes.

 

BIBLIOGRAFIA:

Poesía “La castañera”; Autor: Arturo Reyes;  Libro: Romances andaluces; Pags 197 – 199; Málaga, Zambrana Hermanos, Impresores. 1912.

Poesía “La castañera “; Revista Blanco y Negro. 04 -XI - 1899. Pag 19. Dibujo de Varela.


ENLACES:

-      Revista Blanco y Negro: Poesía La castañera; Arturo Reyes:

https://www.abc.es/archivo/periodicos/blanco-negro-18991104.html

-      Fotógrafo francés Rehanh:

 https://www.rehahnphotographer.com/




 

domingo, 18 de junio de 2023

HOMENAJE AL ESCRITOR ARTURO REYES TRAS CUMPLIRSE 110 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO (1913 - 2023).

 El 17 de junio del año 1913 fallecía en Málaga, en su casa, y rodeado de sus más allegados, mi bisabuelo Arturo. Murió demasiado joven, con 49 años, tras una larga y dolorosa enfermedad, que le hizo flaquear en sus últimos años, pero que propiciaron su preparación para poder abordar de forma más natural, el paso que existe entre la vida y la muerte.

Su vida fue muy intensa y apasionada, y como herencia de sus vivencias y experiencias, nos regaló un extenso y variopinto  legado literario; una estela de poesías, cuentos, y novelas, que trascendieron a nuestra ciudad y a nuestra provincia. Fue el malagueño un escritor prolífico y muy perfeccionista. Nunca se contentaba con el producto final, y necesitaba casi siempre realizar correcciones y tachaduras a sus publicaciones.

Fue "un personaje del pueblo y para el pueblo", y es ahí donde creemos que radica su esencia como escritor. No dejaba ningún detalle a la improvisación, y si describía alguna escena o lugar, primero lo estudiaba con precisión para posteriormente poder describirlo con todo lujo de detalles.

Fue una persona muy querida, con una numerosa colección de amig@s. Supo granjearse la amistad de muchos personajes célebres, y algunos de ellos, como Galdós, repitieron sus visitas a Málaga, quizás en parte, porque el famoso escritor canario quería seguir compartiendo experiencias con sus buenos amigos y "mejores anfitriones", Arturo Reyes y Narciso Díaz de Escovar, quienes lo esperaban como "agua de mayo", impacientes y orgullosos por poder mostrar y compartir con un personaje tan célebre y admirado, la vida y ambiente de nuestra ciudad.

Málaga  y sus políticos estarán muy  orgullosos por tener muchos museos pero existe también una ignorancia supina en cuanto a nuestra historia más cercana, dejando en el olvido a cientos de personajes célebres malagueños que construyeron la historia de nuestra ciudad.

Tenemos que agradecer a la escritora y periodista Lola Clavero la publicación de su libro: “Los olvidados”, no solo por haber rescatado del pasado a much@s malagueñ@s que deberían formar parte del presente de nuestra ciudad, sino también por haberle dedicado un capítulo a mi bisabuelo, y otro a la Academia de Declamación de Málaga, institución fundada por Narciso Díaz de Escovar, el actor José Borrego y también por mi bisabuelo Arturo. 



Nota: Libro "Los olvidados. Autora: Lola Clavero. Jákara Editores. Málaga, 2022.


Para tod@s vosotr@s, os damos a conocer una poesía que escribió mi bisabuelo en honor a Andalucía, y que esperamos sea de vuestro agrado.


LAS CALLES DE ANDALUCÍA

Calles de la tierra mía,

¡como viéndolas tan bellas

el corazón se extasía!

¡como olvidar sus querellas

hacen al que vive en ellas, 

las calles de Andalucía!

Fulge el sol en los balcones,

más que balcones jardines,

en donde, en lindas prisiones, 

canarios y colorines,

dan al viento sus canciones

entre rosas y jazmines.


De los balcones rivales,

las rejas, que al suelo tocan,

brillan, en tintas iguales,

y entre nardos y rosales, 

al transeúnte provocan,

labios que el ósculo invocan, 

tan rojos como corales. 


Rientes labios bermejos

que en sus años juveniles

hacen que evoquen los viejos

y lloren viendo tan lejos

sus ya pasados abriles

y que aborrezcan, seniles,

las lunas de los espejos.


El pescadero la ingrata 

vida por ganar, los sones

de sus pregones desata;

gritando: ¡La flor y la nata

de la mar; llevo dentones

y llevo los boquerones

branquitos como la prata!.


- Llevo la flor de las flores,-

grita el florero, en la esquina-

el clavel de tos colores

y el nardo y la clavellina

y la rosa, la más fina,

y de más ricos olores.


Del sol a la luz ardiente,

ardiente luz meridiana,

brilla la calle riente,

cual fúlgida estofa indiana,

cual la alcatifa africana

de un Califa del Oriente.


¡Calles de la tierra mía!

¡como viéndolas tan bellas

el corazón se extasía!

¡como olvidar sus querellas

hacen al que vive en ellas,

las calles de Andalucía!.

            

                        Arturo Reyes


BIBLIOGRAFÍA:

Romances andaluces. Reyes, Arturo. Málaga, Zambrana Hermanos, Impresores. 1912.

Romances andaluces. Reyes, Arturo. Madrid, Sucesores de Hernando. 1912.


ENLACE DEL LIBRO: 

https://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=87273

 

sábado, 11 de febrero de 2023

CUENTO: BANDERA BLANCA. AUTOR ARTURO REYES. 1904.

 Hoy os presentamos un cuento corto de mi bisabuelo Arturo, “Bandera blanca”, que nos muestra, como resuelven sus problemas personales, en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, algunos de los personajes típicos de los corralones malagueños del barrio de La Goleta.

A mi antepasado le encantaba observar la vida cotidiana de sus paisanos y profundizar en su día a día, en los problemas que les acuciaban, sus relaciones personales, costumbres, el lenguaje verbal y no verbal que utilizaban, y en definitiva, le gustaba adentrarse en detalles y pormenores que en la actualidad nos ayudan a visualizar y comprender mejor aquellas escenas populares que nos describe con todo detalle en sus escritos, involucrando  e integrando a los lectores y lectoras como observadores directos de aquellas escenas.

Sus personajes son guasones, espontáneos, con una marcada personalidad, utilizando unos diálogos divertidos y chispeantes, que nos trasladan a una Málaga desconocida para los ciudadanos del siglo XXI, y del que se conservan en nuestra ciudad vestigios de algunos corralones así como algunos libros publicados por los escritores costumbristas malagueños de aquella época. Entre dichos autores se encontraba mi bisabuelo Arturo. 



         CUENTO: BANDERA BLANCA (1904).

Razón, y no poca, tenía el señor Pepe el Cerote para sentirse con la boca un tantico amarga en el momento en que lo sacamos a relucir, que sabido es que nunca supieron a nadie a azúcar de pilón, ayunos de los que nada tienen que ver con los que la Iglesia impone, y la mañana a que nos referimos en vano exploraron los ojos de nuestro ya casi caduco protagonista los rincones donde, cuando el día anterior había tenido el matrimonio algo con que hacer por la pícara existencia, solía encontrar también algo en que emplear, de modo gratísimo, sus desdentadas encías.

En vano exploró -repetimos- aquellos rincones y convencido de lo estéril de su busca tornó los dolientes ojos el tío Cerote a la señá Rosario, su apergaminada consorte, y díjole con acento tristísimo y con profunda expresión de desaliento:

-Güena mañanita, chavó, güena mañanita, señá Rosario.

-Pero qué querrás tú, don Cerote -exclamó la vieja incorporándose bruscamente con los ojos chispeantes de indignación- si querrás tú que con tres riales que me diste por Pentecosté y entre ellos una perra gorda con tosferina, te tenga yo a pasto y a toas horas bizcochos, mostachones y chocolate de la Riojana; ¡pos ni que estuvieras pagando un pupilaje en el Recreo!

El señor Pepe aguantó, canturreando con voz cascada unas guajiras, el aguacero aquel con que hubo de obsequiarle su irascible compañera y cuando ésta concluyó, díjole con voz reposada al par que se colocaba sobre el encanecido pelo una gorra que a juzgar por sus apariencias debía venir prestándole servicios desde sus remotas mocedades:

-Camará, pos lo único que me faltaba era eso, que tú me salieras por seguirillas; ¡pos güena está pa tafetanes la Malena!

-Pos eso digo yo; si te creerás tú que yo soy una camaleona; lo mismo o más me mojo yo que tú cuando llueve, y sin embargo, me echo un hilván en la boca y me pudro y me repudro, porque como sé que a tí te duele lo que a mí me duele ¡pos velay tú!

-Güeno, se acabó, ¿sabes?, se acabó y yo me voy a ver si arremato una composturilla que me llevaron hier tarde de casa de la Curruquito y a eso de la diez te dejas caer por aquellos manchones pa que lleves a la Curruquito el zapato y le cobres una peseta que fue en lo que se ajustó la compostura.

-¿De la Curruquito?, ¿una peseta de la Curruquito? ¡Como no te pongas lentes!

-¿Qué?, ¿que no me paga la peseta?, pos no le doy el zapato y va a tener que dejarse en casa, cá vez que salga, uno de los pinreles, el dizquierdo, por más seña.

-Eso es, y con el zapato jacemos nosotros una paella a la valenciana.

-En fin, de toas maneras yo me voy y ya veremos qué es lo que hoy la suerte nos depara.

Y diciendo esto salió el señor Pepe, todo lo rápidamente que se lo permitían sus dolamas, de la habitación que habitaba en uno de los más conocidos corralones del barrio de la Goleta.

 

               II

Invadía el sol con su radiante oleada de luz la mitad de la calle de Huerto de Monjas, calle estrecha y de humildes edificios, decorados casi todos en rejas y balcones por tiestos y macetas, donde a la esplendorosa luz de la mañana fulgían como rubíes los geráneos, las dalias rojas como perfumados purpurinos panales, y como de amatista las campánulas que salpicaban los verdes faldellines de las flotantes enredaderas. Faltábale manos con que despachar a su numerosa parroquia a Currita la Cardenales, que se movía y removía ágilmente entre los cestos de legumbres con cuyo producto ganábase el sustento y recompensaba a su hombre del casi cruento sacrificio de tener que soportar a diario su falta de narices, acompañada de no bien olientes emanaciones y su fecundidad aterradora; Juan el Barbero, cruzado de brazos en el dintel de su establecimiento, en mangas de camisa, limpio, riente y gallardo, aguardaba a que reclamara sus servicios alguno de los ternes que figuraban en su lucidísima clientela; entraban y salían, en animado bulle bulle, en casa del Zocato los interesados, por devoción, en la prosperidad de Carcabuey y Cazalla de la Sierra; chirriaba la masa en la sartén del tío Paco el Tejeringuero; departían acá y acullá las vecinas y los vecinos en pintorescas agrupaciones con charla alegre y zumbona, y la numerosa prole de aquéllas y de aquéllos bullía doquier en alocados bandurrios y con resonante gritería.

-¿De aónde tan trempano? ¿Se ha estáo esta noche de imaginaria? -preguntó Pepe el Sincamisa con voz irónica al señor José el Calderero.

-No, hijo mío -repúsole éste sonriendo de modo casi evangélico-; de lo que vengo es de partear a tu hermana la soltera.

Y sin detenerse el anciano a oír lo que el Sincamisa pudiera contestarle, se dirigió hacia el extremo de la calle, donde ya, sentado frente a su mesilla de trabajo, luchaba denodadamente el señor José el Cerote por conquistar el tan codiciado desayuno.

-Dios te guarde, mal remendón, y cómo se arrempuja pa que no falte puchero que espumar en tus cubriles -exclamó el Calderero deteniéndose delante de aquél y mirándolo con afectuosa expresión.

No dijo mal el que dijo que donde no hay harina todo es mohína, que mirando el Cerote a su amigo por encima de las gafas repúsole con acento colérico y agresivo:

-¡Y será mucho lo que a tí te importará que a mí la necesiá me arrempuje o no me arrempuje!

-Hombre, te diré, importárseme a mí eso..., pos la verdá, mucho no se me importa, pero sí me están dando ahora mismo ganas de llorar por los parneses que se gastó el que te trajo al mundo en que te educaran en el colegio de la Cinta.

-¡La puñalá que le den al mengue! -exclamó en airada actitud el zapatero al par que miraba a su amigo con ojos fulminantes.

-Menos cacareo y menos puñalá -exclamó el recién llegado- mirándolo también con expresión de reto al par que se llevaba de modo inconsciente la mano a la faltriquera.

-No, menos no, más sí -balbuceó rabiosamente el Cerote, a la vez que empuñaba la chaira con mano temblorosa.

-¡A la guardia!, ¡a la guardia!, que se matan -gritó interponiéndose entre ambos la señá Pepa la Madrugona, y

-Ve con la Divina y con tos sus querubines que ya nos veremos; que yo te juro que nos veremos -exclamaba momentos después el tío Cerote, procurando inútilmente desasirse de los que lo sujetaban para acometer al Calderero, al que se llevaban casi en volanda algunos de los vecinos que habían acudido al desesperado gritar de Pepa la Madrugona.

 

III

Cuando la noticia de lo que había pasado llegó a oídos del Melindres, ilustre unigénito del Calderero, que llegó por conducto de Joseíto el Tulipa, uno de sus compadres de más alta jerarquía, quedose meditabundo el muchacho, enarcó las pobladas cejas, rascose sin necesidad la cabeza, echándose al hacerlo, sobre la frente el amplísimo pavero, y murmuró con voz de un tantico alcoholizadas inflexiones:

-Pos lo siento, chavó, porque eso puée traer su miajita de cola.

-Ca, hombre, si no ha sío ná, que el Cerote como entoavía no se ha desayunao, sigún dice la señá Rosario, estaba el hombre que jacía la barba y le sentó mal una groma que le dio tu bato y le contestó mal a tu bato y como tu bato si es miel por la güena por la mala no tiée ná de azúcar cande, ¡pos velay tú!

-Pos eso hay que arreglarlo antes que las cosas pasen a mayores, que yo conozco mu bien al señor José, y el señor José es de los que no perdonan un pisotón manque lo aspen; ¿tú te enteras?

Y convencido el Melindres de lo cierto que era lo que decía, izó el ancla y salió a toda vela con dirección al establecimiento portátil del irascible zapatero, y

-Güenos días, agüelito -exclamaba deteniéndose delante de éste, algunos minutos después.

-Güenos días -repúsole el anciano con voz apenas perceptible, al par que se entretenía en encerar un cabo con manos temblorosas.

-Y qué, señor Pepe, qué ha sío eso que ha pasao entre dos tan güenos amigos como lo fueron siempre usté y aquel por mo del cual vino ar mundo mi presonita gitana.

-Ná, si no ha pasao ná, arsolutamente ná -exclamó el viejo con voz irónica y amenazadora expresión.

Sí, si yo sé lo que ha pasao, pamplinas pa canarios y pa mistos de canarios y, como la cosa no merece ni una escupitina tan siquiera, por eso me he venío yo de mis palomares con la rama de oliva en el pico, porque se me ha puesto sobre el corazón que se hagan ahora mismito las paces; ¿usté se entera?

-Déjame a mí de paces y güérvete a tu palomar y llévate en el pico ese ramito de oliva, que mardita la falta que me jace.

-Yo qué he de dirme, señor José, sin que me dé usté gusto; ahora mismito, que quiera usté o que no quiera, lo cojo a usté del brazo, nos vamos a ca del Peluso, aonde estará a estas horas mi bato, nos meteremos en ca der Peluso, se tiran pelillos a la mar, mos sentamos, tocamos las palmas, mos pregunta el Cabezota qué es lo que queremos, le peímos tres púrpitos de café con su miajita de lo que arde, dos cortaos, por barba, del de Yunquera y dos libras de buñuelos que los jace la jembra der Peluso, que los jace como los propios ángeles, y en dispués, en dispués... ¡lo que Dios quiera!, con que señor José, yo creo que lo que he platicao no está der tó mal platicao.

El rostro del tío Cerote a medida que aquél hablaba había ido perdiendo, poco a poco, algo de sus agresivas rigideces y, cuando aquél hubo puesto fin a su tentadora y hasta casi bien oliente perorata, repúsole haciendo por cerrar los ojos a la atrayente perspectiva con que pretendía matar en flor el Melindres sus vengativos propósitos:

-No, muchas gracias, primero que pa jacer unas paces sa menester que haiga guerra; segundo que yo no tengo ganas ni de abrir la boca, y tercero que estoy esperando a mi uva pasa que ha dío a ver si cobra una composturilla a Elisa la Curruquito.

-Toma, pos mejor, asín seremos tres los que diremos a cá der Peluso.

-¡No te digo que no!, que muchas gracias, que no tengo ganas ni de abrir la boca.

Y al decir esto, un enorme bostezo púsole casi totalmente al descubierto las mal pobladas encías.

-Pos allí viene ya la señá Rosario -decía momentos después el Melindres, mirando hacia el extremo de la calle por donde aquélla avanzaba con paso lento y abatida actitud, paso y actitud que hicieron exclamar al señor José con voz que era un último adiós a una moribunda esperanza:

-¡De verano!, ¡pero que de verano!- y

-¿No te lo decía yo?, jasta mañana si Dios quiere, y si es que le toca la lotería -exclamó la vieja arrojando sobre la mesilla el zapato de la Curruquito.

El señor José miró a su compañera con ojos tristes, pensó en lo bien que le sentaría a ambos la prometida buñolada; fueron esfumándose rápidamente en su imaginación sus belicosos propósitos, y

-Pos vamos pa allá y coste que lo jago por darte gusto, na más que por eso, porque lo que es yo no tengo ganas de pasar bocado -repúsole al Melindres, cuando éste, llegado que hubo la señá Rosario, incorporóse diciendo:

-A ca der Peluso y más vivo o sos mando a dambos a la grillera.

Y una hora después, repleto el estómago de masa sabrosísima, coloreada la rugosa tez y chispeantes los ojos, decíale el del Cerote al señor José el Calderero, mientras la señá Rosario platicaba con el Melindres:

-Mira, José, que te lo encargo mu de veras, mira que vamos a perder las amistades si no lo jaces, mira que yo necesito que de cuando en cuando me faltes al rispeto, pa que en dispués vea yo venir este palomo con la rama de oliva en el pico.

Y al decir esto golpeaba cariñosamente en un hombro al Melindres el señor Joseíto el Cerote, el más belicoso de todos nuestros zapateros remendones.

                                               Arturo Reyes

 

BIBLIOGRAFÍA:

Cuento: "Alma andaluza". Autor: Arturo Reyes Aguilar. Publicado en la Revista España. Revista de la Asociación Patriótica Española. Buenos Aires, 2-XII-1904.