Hoy queremos seguir
contando la bonita anécdota que sucedió entre D. Benito Pérez Galdós, mi
bisabuelo y el alcalde de la época, D. Pedro Armasa.
Galdós, el célebre escritor
canario intervino para que mi antepasado se viera favorecido por una subida de
sueldo en el Ayuntamiento de nuestra ciudad ya que de lo contrario, y a pesar de su delicada salud, Arturo tenía pensado emigrar a Buenos Aires en busca
de una vida mejor.
Su empleo en el servicio
de Contaduría del Ayuntamiento de Málaga y la venta de sus libros, no le
proporcionaban el suficiente dinero para llevar una vida holgada, lejos de las
complicaciones económicas, que solían merodear el horizonte inmediato del literato
malagueño.
Y D. Benito, gran
amigo y protector de Arturo, no dudó ni un instante, en cumplir sus deseos.
Será como siempre el
catedrático Cristóbal Cuevas quien nos seguirá relatando esta historia,
teniendo como informante clave a mi querida abuela Victorina, nuera del
escritor, quien dará su opinión de los hechos…
“La intervención de
Galdós, además de la vieja amistad de Arturo con Armasa – “es amigo mío desde
la niñez”, escribía Reyes a D. Benito el 1 de septiembre – hace que el asunto
se solucione inmediatamente.
El 2 de septiembre
vuelve a escribir el poeta a su insigne benefactor una jubilosa epístola, en la
que su temperamento noble y agradecido se desborda:
“Mi ilustre y
queridísimo maestro: Por fin estamos al otro lado del río: ha quedado aceptada
por unanimidad una enmienda
presentada por D. Pedro Armasa en que solicitaba se me concediesen mil
quinientas pesetas de aumento de sueldo, como gratificación, con la obligación
de escribir o hacer un estudio previo para establecer una biblioteca popular de
la cual, una vez creada, seré designado como Director.
La idea de Pedro, que en
esta ocasión ha derrochado a favor mío buena voluntad y cariño, poniendo a mi
servicio su valiosísima influencia, es la de en el año de 1914 consignar en el
presupuesto una cantidad para empezar a hacer o crear la Biblioteca y sacarme
de Contaduría, que es donde actualmente presto mis servicios, trasladándome
como su Director a la Biblioteca, con cinco mil pesetas de sueldo, si puede
llegar a esa suma. Dios quiera, queridísimo maestro, que todo esto se realice,
pues de realizarse, veré por fin y me enteraré de cómo sonríe la vida, cosa que
hasta la fecha no he conseguido saber, en lo que a la parte económica se
refiere.”
Tan halagüeñas noticias
llenaron de satisfacción el bondadoso corazón de Galdós, que felicitó a su
amigo con palabras que son un modelo de sencillez y delicada cordialidad:
Mi querido Reyes: Con
sincera alegría he recibido sus cartas y los periódicos y recortes. No necesito
decir a V. cuánto y cuánto celebro que la veleidosa Fortuna haya depuesto el
gesto esquivo, y se muestre propicia a brindar a V. desconocidas bienandanzas…
Siempre, siempre me tiene V. a su disposición.”
Sin embargo, y pese a
las protestas de Arturo, no debemos pensar que su posición económica fuese
objetivamente tan miserable como estos hechos parecen dar a entender. El poeta
era muy pobre ciertamente, pero no tanto por la escasez de sus ingresos, cuanto
por la desastrosa administración que de ellos hacía.
Hablando con su nuera,
Dª Victorina Téllez Alcaide -fallecida desgraciadamente cuando escribimos estas
líneas- sobre las penurias económicas en que vivió siempre su suegro, esta
señora nos decía que, en realidad, el sueldo del poeta era muy aceptable para
su tiempo, aunque dado su temperamento franco y generoso, siempre le resultaba
insuficiente a la hora de afrontar los gatos familiares verdaderamente
ineludibles.
Según esta misma señora,
muchas veces Arturo, al volver a Málaga de Madrid, después de cobrar de alguno
de sus editores la liquidación de sus libros, era esperado por su esposa, que
le preguntaba con angustia si traía algún dinero, a lo que él invariablemente
respondía que todo se lo había gastado en homenajear a sus amigos, escritores,
artistas, políticos… No podía desmentir su temperamento abierto y desprendido,
típico del artista y del soñador.
El mismo Reyes confirma,
sin darse cuenta de ello, la veracidad de estas afirmaciones cuando, en 1908,
al escribir “Las de Pinto”, consideraba que dos mil quinientas pesetas anuales
eran una cantidad más que suficiente para el mantenimiento de una familia de
tres miembros – dos mujeres y un hombre-, acostumbrada a un cierto desahogo, y
que incluso les permitía mantener una criada. En esta misma novela llegará a
decir Francisco: “Ay, hija mía!... Ya no soy un pobrecito cesante, ¿sabes? Aquí
donde me ves, soy un alto empleado con diez mil reales de sueldo.” Arturo
ganaba desde el 28 de julio de 1909, sin contar con el dinero de las
publicaciones ni los premios literarios, sólo por su trabajo en el
Ayuntamiento, cuatro mil pesetas al año.
Continuará…
BIBLIOGRAFÍA:
- “Arturo Reyes. Su vida
y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García,
Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural.
C. S. I. C. 1974.
- Archivo familiar Reyes
(ART).
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