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Archivo Arturo y Adolfo Reyes Escritores de Málaga por Mª José Reyes Sánchez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

domingo, 10 de enero de 2016

EL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES: VISITA A JIMERA DE LIBAR (1909).


Mi bisabuelo Arturo, con una salud ya muy debilitada, decidió viajar al pequeño pueblo de la Serranía de Ronda, Jimera de Libar, intentando buscar la paz y el sosiego necesario para fortalecerse y mejorar su estado de ánimo así como para buscar la inspiración literaria para su nueva novela. 



Nota: Vista panorámica de Jimera de Libar (Málaga).

Hoy será un gran amigo suyo, el que nos cuente de primera mano, las andanzas del poeta por aquellas tierras a principios del siglo XX…

“A mediados de 1909, y pese a sus frecuentes y obligadas ausencias de la oficina por motivos de salud, Arturo tiene el consuelo de ver que sus superiores aprecian su trabajo y comprenden la situación en que se halla, lo que le demuestran, en sesión del Ayuntamiento celebrada el 23 de julio, ascendiéndolo al cargo de Jefe de Negociado de la Contaduría Municipal, con la categoría de Oficial 1.º, y subiéndole de nuevo el sueldo hasta un total de 4.000 pts. anuales.

Esta subida le permite atender el consejo de los médicos que, después de una nueva crisis de su enfermedad, acaecida a fines de 1909, le habían recomendado una temporada de descanso en la sierra, donde esperaban que el clima seco y el aire puro contribuyeran a abrirle de nuevo el apetito y a restaurar sus fuerzas.

Arturo acepta complacido esta sugerencia, y aprovecha al mismo tiempo la ocasión para documentarse con vistas a una nueva novela de ambiente parcialmente rural que tiene en proyecto por entonces.

Su amigo Antonio de Nicolás nos ha conservado el recuerdo de este viaje: 

“Buscando mejorar de sus achaques – escribe- y ambiente serrano para una novela, marchó Arturo Reyes, en la primavera de 1910, a Jimera de Líbar. A los pocos días, avisado por Díaz de Escovar, nos encontramos los tres en Ronda, y conseguí que ambos me acompañaran a Gaucín.

Para ir a este pueblo, desde la estación del mismo nombre, de la que dista dos o tres leguas, entonces de muy mal camino, había que pasar el río, bastante crecido. El espolique avisó al encargado de un puente de propiedad particular, por donde pasamos el poeta de los cantares y el autor de estas líneas, después de llamar repetida e inútilmente al intrépido Arturo, que vadeó el río en compañía de unos carboneros y arreando furioso al mulo alquilón que montaba, sin miedo al grave riesgo, sin pensar en sus dolorosos achaques, creyéndose quizás, por ilusión momentánea, alguno de los muchísimos personajes por su fantasía creados, al acudir ansioso a la cita amorosa, o acaso huyendo de civiles y carabineros.

A los dos días, mostró Arturo de nuevo su natural impetuosidad, en una excursión a la Atalaya, espoleando al caballo, subiendo a galope empinadísimas y peligrosas cuestas, y llegando el primero, con admiración de los numerosos excursionistas, a la altísima y para él desconocida cumbre.”

Pese a sus propósitos iniciales, el escritor malagueño no pudo sacar de este viaje todo el fruto literario que había deseado. Su popularidad era tan grande que autoridades, maestros nacionales, viejos aficionados a su narrativa o a su poesía, y hasta mucha gente sencilla del pueblo le molestaban continuamente con llamadas intempestivas, sacándolo de su soledad e impidiéndole escribir una sola línea. Ello desesperaba a Arturo, que no sabía como librarse de tan amistosa persecución, y que maldecía entre sus amigos la blandura de su carácter, que le hacía imposible el rechazo eficaz de tan molesto asedio.

No obstante su estancia en Jimera fue un sedante para su espíritu, que le proporcionó, aunque sólo fuera momentáneamente, energía y paz. A la hora de regresar a Málaga, su despedida del hermoso pueblo estaba cargada de nostalgia:

“Adiós, Jimera, Jimera
de Líbar, dulce ribera
del Guadalevín undoso,
margen risueña en que un alma
triste y ávida de calma
halló un punto de reposo.

Adiós, mis amigos fieles,
adiós, floridos vergeles,
donde, fui dichoso un día;
y adiós, gentil aldeana,
la serrana más serrana
de toda la serranía.

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

- “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.

- Archivo familiar Reyes (ART).

2 comentarios:

  1. ¡¡ Pobre....ya entonces no podía ser famoso !! Y éso que no existía éstos caminos virtuales donde todo el mundo puede ver tu imagen. Me lo imagino montando en su "mula torda" paseando por el campo, feliz, empapándose de la naturaleza, buscando inspiración y reposo....pero atendiendo a todos, escuchando y creando en su imaginación nuevos personajes.
    Todo un gran personaje D.Arturo....
    ya le voy conociendo un poco más gracias a tus historias, tus recuerdos y tu gran corazón compartiendo sus vivencias.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Pues sí Toñi me imagino en el pueblo de Jimera de Libar, cuando llegaran personajes como D. Narciso y él, serían la atracción del pueblo. Unos personajes como ellos habían llegado allí a pasar unos días de descanso. Me lo imagino, y me río. Y subiendo por el monte arriba, desafiando a la enfermedad, con su natural impetuosidad.

    Ja, ja, ja....

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