Tras el paréntesis
veraniego el blog se pone de nuevo en marcha, y en esta ocasión queremos
dedicar este espacio a Roma, la “cittá eterna”, la que nunca descansa; la urbe en la que el arte y la historia se
encuentran tan cuidadosamente salvaguardados. Está considerada como la ciudad con la más alta concentración
de bienes históricos y arquitectónicos del mundo.
Sorprende no ver allí
enormes rascacielos ni grandes hoteles de lujo sino sencillos edificios que
guardan el esplendor de antaño, lugares que se sienten orgullosos por conservar
la memoria de su pasado.
Las estrechas calles del
ghetto judío, las románticas callejuelas del Trastevere, sus monumentales
“fontanas”, sus preciosas plazas, el imponente rio Tíber que divide la ciudad y
que siempre nos acompaña y guía, a veces con grandes corrientes, a veces como remanso
de paz.
Nota: La monumental Fontana di Trevi.
Nos hemos dirigido a la colina del Gianicolo para divisar la histórica ciudad desde lo más alto, y hemos seguido las rutas de las iglesias, para saborear la monumental riqueza que ellas encierran. Hemos admirado el Campidoglio y sus museos capitolinos, hemos disfrutado desde el “Vittoriano” de las impresionantes vistas del Foro Romano, y hemos gozado ante la grandiosidad del Coliseo y del Vaticano.
Nota: Sala de los Filósofos (Museos Capitolinos).
Nota: La monumental Fontana di Trevi.
Nos hemos dirigido a la colina del Gianicolo para divisar la histórica ciudad desde lo más alto, y hemos seguido las rutas de las iglesias, para saborear la monumental riqueza que ellas encierran. Hemos admirado el Campidoglio y sus museos capitolinos, hemos disfrutado desde el “Vittoriano” de las impresionantes vistas del Foro Romano, y hemos gozado ante la grandiosidad del Coliseo y del Vaticano.
Nota: Sala de los Filósofos (Museos Capitolinos).
Hemos seguido la ruta de los grandes artistas; los admirados Miguel Angel, Rafael, Pinturiccio, Caravaggio, Bernini, Borromini, Brahamante, y un largo etcétera de admirados creadores.
Hemos sido testigos del
fervor de los peregrinos de todo el mundo, en su encuentro semanal los
miércoles en la Plaza de San Pedro, con el Papa Francisco, una persona
entrañable, sencilla, que derrocha humanidad, y que pronuncia frases tan
contundentes como: “El pastor tiene que oler siempre a ovejas”.
Quizás nuestra ciudad
Málaga debería aprender un poco de esta hermosa metrópoli italiana, intentando
recuperar su pasado para poder conocer mejor su presente y su futuro. Me
produce tristeza cuando llego a Málaga tras diez días fuera, y los grandes
titulares de nuestros periódicos locales, se refieren mayoritariamente al
proyecto que las distintas administraciones han realizado para nuestro antiguo
puerto fenicio: un hotel de lujo de 135 metros de altura en el dique de
levante, “otro centro comercial” en el Muelle de Heredia, una noria fija de 100
metros de altura y la apertura de una nueva línea marítima pensada para captar
a la clase media-alta marroquí que vendrán a gastarse el dinero en nuestra
ciudad. No percibo en este proyecto usos culturales para los malagueños, y esto
me entristece.
Mi bisabuelo fue un gran
enamorado de las antiguas civilizaciones. Uno de sus máximos deseos fue visitar
Grecia, Pompeya, Roma…, y aunque lo tenía todo planeado, ni su salud ni su
economía se lo permitieron. Pero él como un gran artista soñó con ellas, y
plasmó en sus poesías todo un mundo de ensueño.
Hoy queremos dedicar a
Roma este espacio, y aunque he encontrado tres poesías de Arturo que se
refieren a esta gran urbe y su historia, hemos escogido el último fragmento de
una de ellas, ya que en ella compendia todo lo que significaba para él esta
gran capital.
EN ROMA
(…)
- Tú, noble hijo
de Aquitania, feliz aún,
no conoces
el hondo precipicio
donde Roma se hunde,
donde Roma
por siempre se ha de
hundir.
- Es que el abismo
es dulce y tentador y yo
te juro por el Dios capitolino,
que nunca soñar pude
allá en mis lares
lo que encontré en los
tuyos… yo no he visto
ni he gozado jamás noche
más bella
en más bello recinto;
y si Roma se hunde, como
dices,
que se hunda concibo,
que a gozar cual gozar
sabe el romano,
hundiérase también el
biturigio.
Arturo Reyes.
(Béticas, 1910)
BIBLIOGRAFIA:
– “Béticas”. Reyes,
Arturo. Madrid, R. Velasco. 1910.
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