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Archivo Arturo y Adolfo Reyes Escritores de Málaga por Mª José Reyes Sánchez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

domingo, 15 de abril de 2018

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LA VIDA DEL ESCRITOR MALAGUEÑO ARTURO REYES (1913).

Hoy es quizás uno de los días más duros y tristes desde que se inició este blog, porque estamos dando por finalizada la biografía que el catedrático de Literatura, D. Cristóbal Cuevas, escribió sobre mi bisabuelo Arturo, y con ello la vida del autor también ha llegado a su fin.

Son momentos de dolor tras haber compartido con todos vosotros lectores los momentos más íntimos del escritor, sin habernos dejado atrás ni un punto ni una coma de este hermoso e inapreciable libro que contiene 161 páginas, 161 hojas que nos han acercado a este humilde poeta malagueño, que quiso dejar tras de sí una estela de pasión y orgullo por la tierra que lo vio nacer, Málaga, a través de una obra literaria fecunda, en la que dio buena fe de nuestra historia, nuestros personajes típicos, nuestro lenguaje y vocablos, un tesoro que debería ser conservado por los malagueños, creo que como un tesoro, ya que es parte del legado que nuestros antepasados nos han regalado y que no deberíamos menospreciar…


 Nota: Inmueble donde vivió y falleció Arturo Reyes. Ninguna placa conmemorativa, a pesar de haberla solicitado al Ayuntamiento de Málaga, recuerda su memoria.

“En sus cada vez más cortos periodos de mejoría, Arturo, con una tenacidad increíble, intenta por unos momentos engañarse a sí mismo, forjándose proyectos que una nueva crisis se encarga de destruir. Tenía pensado, por ejemplo, emprender un viaje a Barcelona, para asuntos literarios, acompañado de su amigo el Padre Eugenio Marquina. 

En las noches de tregua, escribía febrilmente –finales de mayo, principios de junio- una nueva novela, La Bravía, - con el mismo título había publicado en 1908 un cuento en La Nación de Buenos Aires-, que no llegó a ver la luz; se trataba de “una novela de costumbres serranas, la mejor de su obras– según su propia frase, aplicada siempre a la que estaba escribiendo.” También trabaja en una composición poética que le habían encargado para que la leyera en la inauguración de “La Unión Industrial”. Eran ilusiones fugaces, relámpagos que duraban sólo un momento. Trabajaba como por inercia. 

Todo lo terreno era marginal para él. Sólo le interesaban de veras los asuntos del espíritu, sobre los cuales mantenía largas y frecuentes conversaciones con Marquina, quien se esforzaba en abrir ante su ojos perspectivas consoladoras, hablándole del sentido redentor de sus dolores. Arturo, como un niño, aceptaba estas ideas:

“Yo bendigo, ¡oh Dios mío!, puesto a tu planta 
mis horas de congojas y agonías; 
yo bendigo, ¡oh, mi Dios!, las penas mías, 
y al par que sufre el corazón te canta.

Yo sé que es el dolor germen tan santo 
que un día en risa tornará mi llanto, 
y en goces inefables mis dolores.

Que es una ofrenda que tu amor pregona; 
por eso el corazón, triste, ambiciona 
morir, y el germen desatar en flores.”

Y así llegamos al final. El domingo, quince de junio, estuvo Arturo trabajando en el poema que le habían encargado los de “La Unión Industrial”. Parecía sentirse mejor, por lo que no dejó de escribir hasta altas horas de la madrugada. 

El lunes por la mañana sufrió uno de su frecuentes ataques, y aunque pareció haberlo superado, prefirió quedarse en cama, aquejado de ligeras molestias. Su estado se agravó repentinamente durante la noche, hasta el punto de inspirar serios temores a los médicos que le asistían, quienes “manifestaron que sufría un cólico hepático”, y que podía morir en las próximas horas. Inmediatamente se avisó  a su confesor, P. Marquina, que le administró los últimos sacramentos. Después, el mundo se cerró definitivamente para él, entrando en la madrugada del martes en una prolongada y dulce agonía.

A las cuatro de la tarde de ese mismo día – 17 de junio de 1913-, y a sus cuarenta y nueve años de edad, moría Arturo Reyes en la casa número 30 de la entonces plaza de Riego, hoy de la Merced. “Sucumbió rodeado de su familia y de sus íntimos amigos los escritores D. Narciso Díaz de Escovar, D. Ramón A. Urbano, D. Eduardo León y el arcediano de esta catedral Sr. Marquina, que habían tenido noticia de su gravedad, acudiendo a su lado.” “Sereno, optimista, se perdió en la sombra… Su corazón se aquietó para siempre.”

Continuará…

BIBLIOGRAFÍA:

- “Arturo Reyes. Su vida y su obra. Un enfoque humano del andalucismo literario”. Cuevas García, Cristóbal. Editado por la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. Obra Cultural. C. S. I. C. 1974.

- “Del crepúsculo”. Poesías póstumas. Poesía “A Dios!. Pag. 75. Autor: Reyes, Arturo. Málaga, Zambrana Hermanos. Impresores. 1914.

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