Hoy voy a daros la segunda razón por la que me fascina tanto la Academia de Declamación…
Pues bien, os cuento…
En ella se gestó una historia de amor que me compete y que tuvo como protagonistas, como si de una película se tratara, a mi abuelo Adolfo, profesor de la Academia, y a una de sus alumnas, Victorina Téllez Alcaide, joven con gran sensibilidad artística.
Aquella historia de amor que acabó con la vida artística de Victorina, hizo posible que hoy yo esté aquí, ya que la pareja contrajo matrimonio y tuvo cinco hijos, uno de los cuales, el más pequeño, llamado José Carlos, es mi querido y añorado padre.
Quiero ahora escribir brevemente como se conoció la pareja ya que lo encuentro interesante para conocer mejor la historia de la Academia…
Mi abuela Victorina fue hija única, falleciendo su padre cuando ella contaba poca edad. Su madre, viuda y de oficio costurera, ideó junto a su hermana, crear un pequeño negocio familiar, una tienda de moda para mujeres, con la que obtuvieron bastante éxito, pudiendo llevar una vida holgada.
Dª Concha, mi bisabuela, quiso que su hija Victorina tuviera una educación esmerada para lo cual la matriculó en la Academia de Declamación donde pudo aprender entre otras asignaturas: declamación, prácticas escénicas, retórica y poética, arte teatral, historia, literatura dramática, francés, italiano, canto, solfeo, piano baile, guitarra, pintura escenográfica, etc.
Victorina, joven de gran belleza, cautivó a mi abuelo Adolfo, quién sintiéndose profundamente enamorado de ella, entretejió los hilos para que aquella hermosa mujer cayera en sus redes de enamorado. Quería compartir con ella su vida y no podía dejarla marchar para lo cual obstaculizó la carrera profesional de mi abuela, joven con grandes dotes para la interpretación.
Según refieren familiares cercanos como anécdota, la Compañía de María Guerrero solía acudir a la Academia de Declamación en busca de nuevas promesas para la escena. Mi abuela fue una de las elegidas por María Guerrero para entrar a formar parte de su compañía, pero mi abuelo, no quiso dejarla escapar y puso toda clase de impedimentos para que Victorina no se marchara a Madrid en busca de la gloria...
Quizás esta circunstancia truncó la vida artística de mi abuela, pero os puedo asegurar que mis abuelos fueron una pareja ejemplar en todos los sentidos. Ella admiró a mi abuelo como persona y como intelectual, y mi abuelo encontró en ella a la compañera perfecta….
La pareja compartió el amor por la cultura. Mi abuelo siempre se sintió apoyado por su esposa en todos aquellos proyectos culturales que ideaba y para los cuales tenía que emplear mucho de su tiempo libre.
Mi padre refería que su padre trabajaba por la mañanas como funcionario en el Instituto de Cultura de la Diputación, organismo que él creó, y por las tardes, pasaba la mayor parte de su tiempo libre, sentado en su buró sumergido y ensimismado entre sus libros, notas, cartas, escritos, ... Mi abuela Victorina lo dejó disfrutar del gran amor que sentía por la cultura y nunca obstaculizó su gran pasión. Por eso fue la compañera perfecta…
Quizás gracias al empeño de mis abuelos la Academia no desapareció antes, ya que tuvieron la capacidad de conciliar su vida laboral, familiar y artística a pesar de llevar una vida llena de responsabilidades.
Queda reseñado en un mosaico situado junto a la Plaza de San Francisco, que la última ubicación de la Academia fue la calle Eduardo Ocón, pero yo tengo un secreto que contaros:… la historia no sabe que la realidad es otra…
Pues bien, la última ubicación de la Academia fue la casa de mis abuelos, en calle Barroso número 7 – 1ª planta, donde ellos siguieron impartiendo clases, habilitando varias habitaciones para ello. Adolfo compartió con su mujer e hijos aquellos momentos finales de la Academia pero sus problemas de salud dieron al traste con todas sus esperanzas e ilusiones. Mi abuelo aquejado de asma severa y ceguera casi total se sentía impedido para seguir con su labor docente y el centro se tuvo que cerrar. No tengo datos sobre la fecha exacta... pero seguiré investigando.
La pareja vivió muy unida hasta que mi abuelo Adolfo, cargado de achaques, falleció. Yo tenía seis años y tuve la desgracia de no haber podido compartir con él tantos momentos como hubiera querido… Sin embargo mi abuela permaneció con nosotros más tiempo. Fue una mujer moderna para su época, con gran carácter y personalidad, sensible y delicada, culta e independiente, con la que tuve la fortuna de compartir muchos momentos. Con ella tuve mi primer acercamiento a la literatura tanto a la poesía como a la prosa. Me escribía poemas que había leído a sus hijos desde pequeños para que yo los memorizase y recuerdo que siempre tenían alguna moraleja o enseñanza para aprender. Me enseñó a amar la poesía, la literatura... y dejó tras de sí una huella imborrable.
Con estas publicación de hoy he querido hacer un pequeño homenaje a mi abuelo Adolfo y a mi abuela Victorina porque ambos compartieron el amor por la cultura, símbolo de su amor eterno…
Continuará…
En los próximos días y antes de acabar con la Academia, quiero daros a conocer a varios personajes malagueños famosos en su época y relacionados con la institución, que considero muy interesantes: el abogado, político y escritor D. Narciso Díaz de Escovar, el consagrado actor José Ruiz Borrego y Anita Delgado, marahaní de Kapurtala y alumna de la Academia.
Me ha encantado...Pepa.
ResponderEliminarEsto es un tesoro que nos estás abriendo día a día. Es una pena que no lo lea más gente.
Tu abuela me recuerda a alguien...No sé, quizás tiene algo de tu hermano Arturo...
Qué foto más bonita ;))
Bersitos
GRACIAS PILI, ME ALEGRO QUE TE HAYA GUSTADO. BESITOS
ResponderEliminarUna preciosa historia la de tus abuelos. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMon