Hoy quiero seguir recordando a nuestra tierra, Andalucía, y para ello nada mejor que publicar este documento que encontré en el archivo familiar en el que podemos ver como mi abuelo Adolfo Reyes, se deleita escribiendo sobre nuestra tierra y nuestras costumbres…
Espero que os guste…
PREGÓN
Alléguense acá los hombres chapados y buenos, que suspiran por el tiempo perdido, y miren si les contenta la doctrina y suceso, ya que no el estilo, de esta grande historia.
Pudiera yo contarla, en vez de escribirla: me rodearán el jaque y la moza; aquél, bien plantado como un pino; ésta, la mano en el cuadril, inclinado el busto, sonriendo y mirando de soslayo a quién atrás la requiebra; y escuchándome aprenderían todas las fuerzas que hace el amor, y que no es cosa para juego; pero no tengo voz para romances y difícil cosa es darle letras a tal auditorio.
Vea la vieja encorvada y ociosa, que por la calle de San Juan paseó su juventud y en el muro de las Catalinas gozó sus amores, si no tiene alguna nieta marisabidilla que supiera leerle este papel, dando tono a las picardihuelas; y si lo escucha, y en su memoria reconoce las personas y casos que cuenta, apruébelo a la niña, para que yo mantenga crédito de veraz en las generaciones futuras.
Pues aquel que fue mozo de empuje, rematado en locuras de amor, faro y techo de sus amigos, preocupación de valientes; aquel huracán de la honra que desde las playas de San Andrés hasta las del Palo afiló su faca en las arenas, y qué aún se mantiene como torre firme en la cumbre soberbia de sus hazañas; hágame también leer, y falle si no es pura verdad toda la trama de esta historia, y el estilo digno de sus héroes, que si no lo fuere yo me avergonzaría de su desautorización y mi malogro.
Deletréenme también los muchachos para que, sin apartarse de la escuela de sus picardías, cursen esta asignatura de la gloria y bizarría paternas. Nadie pase de largo sin atenderme, pues cuento lo que nadie ha dicho; trato de personas que todos estimaron, y recuerdo sucesos que asombraron a la ciudad.
Esta es, por fin, la historia de la “Rita y el “Guarriro”, gitanos famosos, decoro y orgullo de nuestra tierra. Aquí se declara por despacio cómo eran de estampa y de corazón; las maneras en que se amaron; las dichas y desdichas que tuvieron; la temprana muerte de Rita; ¡aquella flor cerrada en la mañana!¡ aquel lucero apagado en la tarde!, y todos los extremos de dolor de su hombre, por quién cantó la ciudad toda:
¡Ya se me murió mi Rita
bonita!
¡Ya se murió mi tesoro
de oro!
Tomen aquí ejemplo los enamoradizos de hoy de la voluntad de un fiel amante; aprendan cómo el amor batía, doblaba y arrastraba toda idea o sentir opuesto, y no era un hombre alfeñicado y temeroso, sino en un terne ilustre y sin tacha, en quien se hizo carne la generosidad y la guapeza, y al que los injustos cielos pagaron con el más fiero dolor de que hay memoria.
Si mis palabras os conmueven y me nombráis en nuestra ciudad cronista de casos novelescos, me honraréis tanto como si fueseis docta Academia, pues para lo que intento narrar: vida de gente llana; empresas de varones nobles, pero sencillos; cariños de mocitas zalameras; consejo de viejas maliciosas; sufrimientos de finos amantes , ¿cuál más experimentada opinión que la vuestra, ni qué aplauso más halagüeño? ¿Para quién os he de retratar, sino para vosotros, pues los extraños más se divertirían que conmoverían con vuestros gestos y aptitudes, más os mirarían el traje que a la cara? Antes enmudecería yo que hacer reir a nadie con vuestras tristezas. No menoscabaré ni vuestra fama ni mi sangre. De vosotros vengo y a vosotros voy.
Estimad mi desvelo, pues declaro lo que todos callan, y que sin mí se olvidarían. Entre todos los historiadores de nuestra tierra, yo soy el único que os cuento los sucesos de amor. Si os interesan, hacédmelo sentir, que no me queme la ceja para vuestra conformidad solamente, sino también por mi provecho.
Como soy mozo, y no alcancé los tiempos mejores de que hablo, para describiros con verdad, he tenido que vagar por las calles, preguntando a los viejos, arrancándoles suspiros, quejas y lágrimas, a remover sus recuerdos, como otros narradores al ojear papeles archivados levantan una nube de polvo.
Adiós y pasad todos una alegre vida: nada os dé cuidado ni congoja; nada os importe ni os abrume; nada temed ni nada esperad, pues lo único cierto de esta vida es la muerte.
ADOLFO REYES.
*Artículo periodístico (No aparece consignado el nombre del periódico ni la fecha de publicación).
Continuará...
Me gusta la palabra "picardía"...es una pena que la dejemos de usar...Con la de picardías que decimos!!!!!
ResponderEliminarBesosssssss pícaros